Ha
tocado usted hoy el fuero íntimo de este bórego, su ilustre servidor y
colaborador inspirado en sus diarios jornales. Dicho esto, y para dejar lo
otro bien claro, pasaré a decir lo que a mí parecer hoy yo me siento: una
persona que ya ha ultrapasado la expectativa de vida media determinada por los
certificados oficiales.
Me
responderá usted, con el auxilio del amigo celta sin filtro, que, en
conformidad con las estadísticas del INE español, me queda una larga carrera de
cinco años antes de responder ”presente!” a la voz potente del divino proveedor.
Con
el alma en la mano y corazón palpitando
entre las rejas de un ufano pecho, yo le
respondo en tréplica que, sin usted
estar equivocado, yo no cuento mentira.
Nonsí?
Dirá
el coro: “Oh, como puede ser esto posible? Como dos afirmaciones mutuamente
excluyentes pueden armonizarse para constituir
afirmación consecuente?”
La
respuesta está en la condición espacial en que dos cuerpos se encuentran en un
determinado instante de la evolución celestial. “De difícil comprensión”, dirán
aquellos que muestran puño con el gordón hacia abajo, en claro respecto al
trasero asiento de los ilustres viejos.
Entre
vuestros ojos y el impulso de mis dedos sobre el borrego ordenador median tres
horas. Tres horas que pueden transformarse en 24 horas si quien me lee lo hace
plácidamente sentado en las antípodas. Fue así que lo ha determinado nuestro
señor, por orden del rey Sol.
Ayer
leí dos noticias que mucho constriñen el fuero interno de los ya algo cansados
por tanto castigo de la naturaleza. Uno hablaba de la corrupción encanceradamente
expuesta en los territorios que yo tengo asiento. El otro se refería a la
tensión provocada por ajuste a la baja de las pensiones futuras como
consecuencia a un aumento en la esperanza de vida.
Y,
aquí, como en breve lo será por ahí, la orden corresponde a ley de soberanos
señores, dueños de política nacional y de todo lo demás que a sus particulares
intereses convenga.
Cuando
la dura dictadura parecía aplacarse y después de sufrir las inclemencias del
tiempo por necesidad perentoria desde los zero a los veinte, este bórego fue
arrastrado por la emigración a una gran república federativa. Allí ondeaba bandera
de liberación de opresión capitalista. Allí, juró bandera de dos colores con
yugo en el escudo. Allí supo que no había vuelta al lar de origen sin antes
pasar por las armas legionarias. Allí conoció la democracia comunista del
centro gallego e hizo coro con la casa de Galicia, allí conoció a quien más
tarde haría oposición a la dictadura que se engendraba.
De
repente, sin transacción ni transición advino el imperio de la dictadura. El
centro democrático de la casa de Galicia se fue al carajo y la gran libertad
que nos era posible disfrutar fue dormir y trabajar.
Más
tarde surgieron otras libertades, como poder estudiar en tiempo reservado al
sueño. Veinte y un años fue ciclo de régimen militar en el país acogedor.
Sumados a los 20 del régimen militar del país de origen, este cándido e ingenuo
luchador paso cuarenta y un años sometido a la vigilancia del imperio dictador.
Retornado al País, sintió en la piel como era falso el bienestar de la política
nacional, muy empeñada en distraernos con perejil y bombones lanzados por los
cuentos de Bagdad. Fueron dos años de busca loca por adaptación a la esperanza
de vida. Vana ilusión de un viejo, con reconocido saber y sabia experiencia, el
querer competir con sueldos reservados
al joven sin experiencia y abundancia de letrado conocimiento. En una acerrada
disputa, éramos uno, mayor de sesenta, contra doscientos, de veinte, por un
empleo de absoluta carencia de conocimiento previo.
Es
hora de mostrar lo blanco en café mezclado con leche y ver lo que puede ser
peor: la mala leche o un café sin sabor.
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