Con criterios éticos, estéticos y otros entre tantos otros reactivamente maléficos, llegamos al tercio del último mes del año, que
fue extraordinariamente extraordinario
en hechos de suceso ampliamente generalizado. Fuimos al hondo del pozo y
encontramos mucha lama en fondo confuso, todo revuelto con lama pantanosa gasificada con sulfhídricos
sabores, entremezclados con el explosivo y caprichoso mono-oxidado-carbono.
Invocamos los doscientos mil ojos de San Luis para revelar lo que en el fondo
había. Y no revelaron nada que no fuese del vano interés de la heroica capital.
De allí vienen los tercios bien ornados con hoja de flandres y sus famosas
tostaderas para mejor, y a su gusto, asarnos.
No fuese poco lo que tanto nos abala, viene
usted con su estímulo a incurrir en el devaneo de su particular lectura para
alejarnos de otro desaguisado entretenimiento, aquel que envuelve todos los
sentidos y por todos los lados: surfismo sobre las ondas internadas. Esto es,
nos recomienda alejarnos de la falacia para aproximarnos al sofisma de la
retórica romana.
Vivimos tiempos en que no es prudente
perder el control de la mano. La mía es presta en sus obligaciones. Cuando en
la obscuridad soy alcanzado por la proyección de mi sombra, las mías dos manos, al unísono, se dirigen a sus
respectivos bolsillos para sentir si han sido saqueados. Me han enseñado a
saber que no hay brujas, pero en Bruxelas habelas ainas. La prudencia ordena
invocar las meigas nuestras para protegernos de las otras, que son de ellos. Y no os será difícil
entender que el canto de sus serenas, al toque de su flamenco sonar, nos hace
bailar con agrado sentimiento, aquel sentimiento previo a la inconsciente
borrachera.
Vamos
bien gobernados a camino de las fiestas saturnales. No serian diferentes si
fuesen fiestas marciales, nos hiciesen creer que el año entero es diciembre y
el futuro fuese programado para un presente nunca alcanzado. Dos fuerzas nos
abordan por lados opuestos y no dejan
otra alternativa sino picar mula y enfilar
proa a todo que a ella se oponga.
Internados por las luces de la internet,
ese supremo sabio, omnipresente, veloz como el rayo y rugiente como el trueno,
transforma la base de nuestras creencias y la hace estremecer con su fundamento
virtual.
Por otro flanco recomiendan serenidad para
hacernos entender que la tragedia seguida a la abordaje podrá ser más llevadera,
si conseguimos entender que ella fue, es y será consecuencia de nuestra sumisa
naturaleza.
Ah! ¿qué hacer para enfrentar las
vicisitudes que nos rodean? - Pregunta usted. Si concluimos que las ovejas
tienen juicio, lo será porque ellas temen el lobo y el lobo protege su rebaño
del ataque de otras matillas.
Inexplicablemente acabamos varados en la
misma arena y, convulsionados, sentimos
la agonía del boto, aquel de la familia de los delfines, cuando lo vemos
ahogarse en la playa para nuestra tristeza.
Es diciembre. Dejemos que el reno alegre
nuestros sentimientos. Vendrá enero y ahí será la vez de compartir ilusión con
los reyes magos, a espera de que otra estrella ilumine el cielo y que
otras tormentas volverán a formar nuevos
pantanos cubiertos con lama de tragedia romana.
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