martes, 16 de diciembre de 2014

SAL MORA

En mis quehaceres matutinos, volitivamente escogidos a dedo, tuve hoy  la gran satisfacción de encontrar el señor Morales, ese señor discreto que andaba algo escondido. Como sabemos, el señor Morales es casado con doña Ética y ambos siguen muy unidos en su intimidad ideológica. Ella trabaja duramente la tierra tentando sachar hoyos y descubrir raíces que puedan ser ofertados al público en la escuela fundamental de los valores humanos, aquellos que orientan nuestro comportamiento en la aldea global. El señor Morales, plácidamente albergado en su estudio hortifruticultural, promueve ataque a las costumbres, reglas, tabús y convenciones establecidas en nuestra aldea. El recuerdo que hace referencia a distancias longevas en tiempo y en espacio es prueba de los beneficios  de la edad. Como ejemplo expongo el valor relativo que separa un señor de 70 años con la edad de un niño con uno (70/1=70); el mismo con otro que tiene 35 años  (70/35 = 2); con otro que tiene 70 años (70/70 = 1).

 Haciendo atavismo, no será difícil concluir que al hacer regresión temporal el valor relativo que nos separa se estrecha  en una serie de números 70, 2,1. Esto es, si nos comparamos con un humano que ha vivido siete mil años atrás, por teoría del tiempo relativo, los hechos y costumbres nos separan por un insignificante istmo de proporción  70/7000 =  0,01.  En otras palabras, entramos en el dominio de la calderilla, la cual no deja de ser deliciosa estulticia para los mayores de la buena edad. 

Expuesto lo dicho no será difícil entender la pasada por Sodoma y Gomorra y ver cómo han sido calcinados aquellos cuerpos cuya moral Moisés no consideraba libada. Poco a decir de la caída de la moral mosaica delante de la estatua de sal de la Ética, su esposa. Querrá esto decir que la moral del dichoso Moises era más moral que la de sus menesteres seguidores, todos calcinados y conservados en sal mora?

No diría yo que pudiera ser así, pero la distancia del hecho se encorta y a cambio de algunos céntimos el cuento podrá venir a flote. Y así reflota hoy la escuela de los abastados en tiempos de profundo desabasto para  recordar la deuda que por no muy grande la han dejado de pagar las clases dichosas en otros tiempos. Y no habrá más que ver la tele o navegar por las redes sociales para saber quien son los señores y colectivos presentes en la desdicha que nos guían hacia el descalabro de la moral nacional.

Asoma en el firmamento la estrella que habrá de guiar nuestros pasos por el  belén de los pobres. No parece doado llevar nuestras plegarias al señor Morales. Él, de la mano de Proust y en su dolor prostático, seguirá buscando el tiempo perdido por los anales de la historia.

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