Los Presupuestos Generales del Estado, en
que se insiere el concello de Cée, estimulan objetivos para reducción del
déficit público, acordando que para las Corporaciones Locales el déficit sea
cero. Por otro lado, considerando la mala situación de la economía, se hace
necesario efectuar eficiente asignación de los recursos públicos, que, dicho de
otro modo, son los recursos que muchas personas necesitan para sostenerse y el
poder público se los tira para un supuesto beneficio que no consigue entender quien
padece hambre y no le dejan trabajar para obtener el sustento propio y de sus
hijos. Delante de situación tan grave ningún animal en la naturaleza consigue
ser tan pasivo como el hombre.
Entiendo que un candidato a un cargo de
concejal debe tener obligatoriamente un mínimo de conocimiento sobre el asunto
presupuestario, debe saber para qué sirve y que beneficios se puede obtener,
dada su aplicación, a la comunidad que ellos pretenden administrar.
No es lo que observo en ninguno de los 84
candidatos al concello de Cée. Talvez, sí, alguno tenga conocimiento de cómo se
elabora un presupuesto y conoce las técnicas de los elementos que lo componen.
No se trata de llenar un rollo de papel con valores al arbitrio del candidato,
quien usualmente, como argumento de su propuesta, vende y después se ve obligado a quemar el cajón
para demostrar el origen de la bocanada. El papel acepta todo que sobre él se
escriba, concuerdo con Zaira. Pero los lectores electores no obligatoriamente
serán impelidos a dar crédito a todo que en el papel se expone, ni tampoco a la
voz que lea lo que el papel dicta. Están lejos los tiempos en que el único
argumento para convencer el inteligente analfabeto era decir que lo dicho
estaba escrito. Cayendo sobre el papiro una o más gotas de tinta no inteligible,
el mata-borrón está ahí para ocultar el
deslice del matiz.
Vivimos momentos en que se pule el caño y
se afila la bayoneta para que de la luz que escupe la escopeta salgan rayos
seguidos de truenos, todos capaces de influir sobre el raciocinio reflexivo de
los que asistan esta magnífica farsa de la falsa democracia. Los actores son 91.
Todos postulan ser concejales de una agrupación cívica compuesta de 13 conselleiros. Lo curioso de esta obra, cuyo autor del guión sería interesante
descubrir para ofrecerle laureles, es que solamente a siete por cien (7,69%) de los
candidatos le es ofrecido el merito de exponer sus ideas (las suyas o las que
le dicte el guión). A los demás, que son amplia mayoría de los 92 %, les cabe
el honor de ser meros coadyuvantes de un bloco insípido y descolorado por la
tibiez de su participación.
Sabemos todos los villanos que el actual
estado de la nación no permite el ejercicio democrático para selección y escoja
del alcalde de nuestra corporación. Ese ejercicio es reservado a 13 de los 91 candidatos. Peor todavía, apenas uno de cada partido, que tenga representación,
estará capacitado a decidir quién será el alcalde de la Villa de Cée. Más peor,
si cabe, el líder representante de su partido estará condicionado a los
intereses de la dirección partidaria. Como vemos, la farsa democrática está
limitada por los intereses de la partitocrácia francamente generalizada y opera en claro
estilo del caudillismo tradicional y monocrático y, una vez levantada las
cortinas, muestra a los electores la rigidez de su textura facial, en clara
demostración de su fascismo ideológico.
Por la frecuencia en el tablado y por los
pasos que cada uno de los siete quiere dar, conocemos el estilo del baile y el
ritmo de la música que ellos quieren tocar. El instrumento es por todos conocido:
el bolsillo de los electores y no-electores del ayuntamiento de Cée, por acción
y devoción de la partitocracia, actuante en el remedio amargo del tributo
impuesto.
Profesionalmente tenemos oferta para
todos los gustos. Dos abogados, una licenciada en asuntos sociales, un
tabernero, un médico, un técnico en aguas residuales y un naviero jubilado. Estamos
bien representados. Si yo tuviera el derecho a siete votos, daría un voto a
cada uno de ellos. Como en el trono solo caben 13 coronados, suponiendo que
cada uno debe llevar un guardaespaldas, los siete deberán reunirse para anular
el resultado de un voto. La pregunta que mi buena lengua no quiere callar es:
¿a quién de los catorce los siete excluirían?
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