lunes, 30 de enero de 2012

CARA A CARA

Sin cataratas

Bajo el frio cruel de esta mañana y con la cara hundida entre los cobertores, preguntaba mi amigo Alfredo  sobre los intereses… ¿de la moneda?

No.

¿Del cambio?

 También no.

¡Uff!, el frio congela mis neuronas y la atención no consigue fijar en la memoria la  pregunta que acaba de hacer mi amigo Conde.  

Me resisto a seguir los consejos del sistema que recomienda pedir auxilio a mis ojos para que vuelva a leer lo que escribe el conde. ¡Que no, que no y que no! Puede caer un chaparrón encima de las calles de Corcubión que yo no me muevo de este sillón. Si la memoria no me es fiel, ¿porque yo debería recorrer a los ojos que tanto interés tienen en mostrar la cara? Será por alguna razón, ¿verdad? Ah, sí, ahora me acuerdo, a esa razón usted llama interés de la corona.

Revirando los documentos de mis ancestrales veo uno que dice, do rego pro crego.

No, el documento es algo viejo y la visión de las letras que componen tan noble motto no me ofrece seguridad suficiente a la interpretación que merece. Mi esposa, esa cadena que amarra mi cuerpo a un cepo clavado en suelo tropical, sugiere que cambie las lentes, pero yo sé que no hay problema  con el cristalino. Yo vivo en el interior de una catarata siniestra y la nube que entre ella se interpone acaba dominando el ojo diestro. No por eso dejo de oír el corujo que llega en mi auxilio para explicar que existe un pro rege et lege en el blasón de la ciudad de Leeds desde su concepción en el año 1662.

Me ha parecido bastante curioso y por esa curiosidad que el olvido despierta lo asomo a mi ventana para exhibirlo en la red. Observen el equilibrio estable de dos corujas, cada una con un pie, ora derecho, ora izquierdo, apoyado sobre el lema, y el otro, ora izquierdo, ora derecho sujetando el símbolo que encarcela un cordero, anillado, colgado y coronado por el sobrero de copa alta de una vulgar chistera.

El interés de los generales es la corona. Puede ser napoleón o caudillo, pelayo, o fanfarrón imitando el séptimo de un Fernando caballero, pero su interés será siempre la corona. Mírela por donde quiera, por la cara  o por atrás, lanzada al aire siempre se acuesta por una de sus dos maneras, ambas con probabilidad matemática de 50%. Si por un azar de la naturaleza estadística la mona cae de pie, la generalidad la hará rodar hasta que demuestre  su verdadera cara, que es la de vivir laureado con una metálica corona, sin cataratas.
  

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