martes, 20 de abril de 2010

VOTO EXTERIOR

En Galicia, como en cualquier otro lugar del mundo, se llame Cuba, Venezuela o Estados Unidos, no constituye anormalidad que un gran partido (gran por el tamaño) recoja 60 % de los votos libres y no condicionados. Es más, en algunos países con democracia avanzada como Brasil, Bolivia, Venezuela y Francia, se permite al pueblo que escojan libremente la persona por lo que la persona ofrece y las personas son capaces de distinguir, valorando lo que creen que es realmente bueno y recusando lo que, a ojos visto, a oídos escuchado y por narices impuesto, es patata podre en lista ensacada.
Ya está fácil identificar el perfil que empaña el pensamiento de algunos autodenominados gallegos o residentes en Galicia. En este perfil se encuadra mi buen amigo Luis Perez, asíduo cronista del Correo, pero con nula galleguidad en el sentimiento, nombre y apellido.
Luis se ajusta en el grupo de los que no tienen la más mínima idea del sentimiento que alberga el alma de sus primos, no sabe donde viven ni nunca lo sabrá y poco le importa si viven pobres o mueren de un tiro en Afganistan. Pero Luis entiende de comicios locales y autonómicos y él, como todos los aparejados de su grupo, conoce la ascendencia por nombre y apellido de todos  candidatos enrolados en una listilla que, muy vigilado, pondrá en urna cuando toquen las campanas del corral. A Luis duele saber que, por culpa (en su entender) de los gallegos residentes en el exterior, su lista pierda peso en el mercado. Mal sabe que a otro gallego le encantará haberlo ganado, aunque, por bien de la verdad y traducción de la realidad democrática en Galicia, todos los dos son instrumentos de la voluntad de fuerzas ocultas que ambos ignoran con abusado placer de su ignorancia democrática. Por eso, demostrando poca sensatez o absoluta ignorancia del proceso electoral o, peor, burlándose de todos los gallegos y el precepto constitucional que nos une en la condición de españoles, hay precedentes de haberse unido los tres grupos gallegos para, en preacuerdo,  eliminar el único sentimiento práctico que une todos los gallegos en la ilusión que les queda, en voto exterior, de algún día poder regresar a la patria tierra, que para nosotros es Galicia de España, aunque ahora también la llamen Galiza de Portugal.

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