Concuerdo con el amigo Lelo en su
definición de amigo: “amigo es amigo y punto”. El gran problema en tan supimba
definición radica en lo grueso del punto, cuando él nos aparece en el espacio o en el diámetro que
ocupa o por el radio de la atracción de su influencia. Consultando el
internecio, leo que la palabra amigo deriva del griego ‘aego”, esto es, “a” =
sin, “ego” = yo, lo que está en mi. Luego, ruego que el rego no me abandone en
presencia de mi nombre.
Vivimos tiempos de ábregos vientos,
prestes a traernos las mil lluvias de abril; conveniente es no olvidar la
intimidad de un paraguas e invocar su presencia en momentos de duro granizo. Es
en estos momentos que la construcción demuestra la solidez de su estructura. Hay
amigos que son convenientes y hay amigos que son muy inconvenientes. La
literatura, en su sagrada exposición, muestra la inconveniencia que para Pedro
era ser amigo de Jesús. En acto anterior, escribe la inconveniencia que fue
para Jesús el abrazo amigo de un fiel discípulo.
Por apofonía surge la presencia del
enemigo, por quien la oración ruega a Dios para que de ellos nos libre. En mi
particular caso, yo de él no consigo librarme, pues muestra su presencia en
críticos momentos. Cuando me lavo la cara, él muestra la suya. A veces me
agrada su dulce mirada, otras veces aparece para decirme que ya voy viejo y
pinta mi imagen con tintas que se me figuran decadentes. Replico en ton severo que él ahora es mi
enemigo y le digo que si no le quiebro la cara es por aquello de la súper
estación de los siete años raros.
Poco puede hacer un amigo que se calla,
pero el otro, que ofrece la cara del amigo al enemigo que le busca, poca gracia
le hace. Quizá, por eso, siempre que me
pregunto qué, cuándo, cómo y dónde, yo de cara al espejo me respondo: quizá,
quizá, quizá. Y así paso los días con morriña definida por la casiña pequeniña
donde meu amor naceu; tiña un amigo do lado, que coitado, xa morreu.
Renace la primavera y con ella vuelven
los amigos, aquellos amigos que lo fueron en la infancia y hoy se albergan en
los dulces recuerdos de un renglón que se aproxima de su punto final.
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