lunes, 8 de junio de 2009

ESPAÑA, UNA, GRANDE, LIBRE

ESPAÑA. Todo el mundo conoce España. Es un requisito de las culturas nacionales aprendidas en el seno de conceptos que objetivan dar sentido a la comunicación-padrón a través de la Geografía e Historia. Hoy nadie discute, histórica y geográficamente, la existencia de España en algún determinado lapso del tiempo o en un específico lugar del espacio terrestre. España es eso, lo que fue Hispania para el imperio romano: todo el espacio geográfico inserido en una particular y muy especial península del incontinente Europa.

UNA. España continua siendo única fuera de España. Ningún catalán, absolutamente ningún gallego y por supuesto ningún leonés o cordobés consigue anular su principal característica nacionalista de la condición española, que es el rancio secular que lleva marcado en la transmisión sonora de su propia lengua, llámenla como quieran llamarla.

GRANDE, porque los españoles de España habitamos en todos los espacios del mundo, aunque, por definición, no todos sean españoles. No merece pena querer discutir el concepto relativo de Grande. Grande es grande por el sentimiento que lleva la hembra y el hombre muy dentro del alma. Grande es cualquier tamaño que supere mi pequeñez en el mundo sideral. Grande por el sentimiento que se agiganta cuando percibo que me alcanza, rodea y me abraza con aquel amor maternal, repetido por el cariño paterno y reflejado en el regocijo del fraterno hermano.

LIBRE por nuestro albedrio, riesgo y temperancia. Libre por la particular misión de querer conquistar la libertad y ejercerla en cualquier dominio de la existencia. Libre por el esfuerzo continuado de nuestros colonizadores, desde Altamira hasta el godo moderno, pasando por los unos fenicios, los tales griegos, los despojados celtas, los temidos romanos, los elefantes cartagineses, los judíos de Santiago, el moro árabe, el godo, el suevo, el vándalo y ahora, Urbi et Orbi, el paisano de cualquier aldea mundana.

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