Unhas pican, outras non.
Mi muy señor mio… Sí, sí,sí, lo se, señor. Eu sei que usted sabe lo que ambolosdous sabemos lo que yo vou falar en mi consejo de hoxe. ¿Usted está farto de mis consellos? Eu tamén. Pero, señor, nuestro amado Fraga ha plasmado en su curiosa biblia constituidora del noso ralacionemento moderno aquel sabio precepto, alias tan odiado por las comunas de la esclavitud porque relacionaba nuestra liberdade de falar con cousas do demo, y eu, demomortal, creinno e lo creo.
Bueno, bueno, bueno, o negocio é mexer as pedras na pota para producir el milagro do caldo con pedras. Home, no me parece mal, pero tanto caldo con a mesma pitada de pedra ya juele mal, porque quen está desemprejado carece da virtude milagrosa de producir o feitizo da fe, e sin fe, meu amo, as pedras no chegan a Má-ó-mes.
Dicen los carismáticos de la lengua que en los EEUU no se hacen testes para saber el credo que rezan los padres en el difícil arte de educarlos y hacerlos ciudadanos honrados, temidos y entendidos por todos los hogares donde el sol calienta. El ingles que todos los norteamericanos usan para entenderse se destaca del ingles que los del reino unido hablan para degladiarse en sermones de vigilancia capital. El propio inglés de América difiere entre sus diferentes regiones, así como el portugués suena distinto en las diversas regiones del Brasil y, de inmediato, por el sonido que sale de la boca, distinguimos un habitante de Angola, de Mozambique o del respetuoso aislado aznarístico de las famosas Azores. Todo esto para no querer hablar del español tan sabiamente cantado por los olmecas y mayas en los llanos y lagunas de México, los incas de los altos andinos o los guaraníes amazónicos de siete misiones.
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