domingo, 28 de junio de 2009

HÉRCULES

Sugiero, don Luis, cambie usted el estilo propagandístico en sus matinales crónicas al gusto del correo de la sierra y su lenguaje analógico. Bien pensado, le ordeno que no haga usted ningún cambio en el talante sonero del verbo fugaz que arroja su lengua por los nervios de los dedos que dios le ha dado para escribir lo que piensa. Nonsí?!

El resmungueo de su crítico ártabro relacionando sus antepasados romanos con la torre del cabo touriñan no tiene sentido. Hércules simboliza los ojos de Breogán y la partida de los gallegos que se marcharon, bogando con el empuje de corrientes, hacia Irlanda, para conquistarla y defenderla del embrujo ingles (¿o sería del maraujo ceeíbero que ahora camina por el riego capricorniano en pleno solsticio de invierno?).

Sin plan de ordenación y ninguna red natura para criar reserva de dominio, la industria del ladrillo nunca hubiera perdido para la culturización del rancho acuífero a beira da costa. El negocio del gestor municipal se vería perjudicado y la industria de la desapropiación para beneficio del desapropiado (eufemismo de róbalo) no tendría guarida en ningún juzgado. En su razonado sobran las asociaciones ecologistas y el ecólogo vecinal; sobra el buen aire; innecesario se torna el agua potable y criminal se hará el agua del mar si no lo cuidamos con pesticidas y agrotóxicos de la cultura bruxelística de los invasores costeros.

Seamos justos. Además de felicitar a Luis Rodríguez por su hercúlea crónica, laudemos la gloria del facho histórico para que ilumine el genio gallego a orilla del mar. Recemos para que por tras del peñasco costero no surjan lágrimas embadurnadas en el estiércol de la química destructiva que anima el ánima del moderno capital.

Vemos que vida y muerte, aunque la segunda sea consecuencia de la primera, ambas no conviven en el cuerpo de una única persona. Hércules venció los siete malos deseos de la serpiente cabezuda, aunque para ello haya recorrido a las armas de Vulcano. Nada más justo que suba al Olimpo de los dioses y le pongan una venda en los ojos y unos tapones en las narices para que no huela ni vea lo que ocurre en las peníscolas costeras.

La torre escolimada de Hércules ya no es nuestra. Pertenece a la humanidad, como a la humanidad pertenece el futuro da Costa da Morte. Que el amen no se repita en un melancólico rosario de preces y el murmullo de las ondas no ensordezca los oídos de nuestros gobernantes.

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