domingo, 14 de noviembre de 2010

COSTA DA MORTE

No se, no se. Con ese nombre y hechos mortales rondando la historia de nuestra costa, los habitantes del paraíso perdido lo tendrán un bocadiño difícil. Esta fue mi segunda impresión cuando observé como se gestionaban los impuestos locales y las asociaciones de algunos municipios de mi querida Perceebes. Algunos de los actores, que en aquellos tiempos tuve el placer de conocer y, acto seguido, la angustia por haberlos conocido, están en pie e integran el foro de algo amorfo que se quiere remediar.
Una vez más cierro los ojos y pido a mi Junquera, a quien he conocido despojada de sus pinturas en la sacristía de la sagrada iglesia al pie de la ría, que afaste de mi el cáliz de amargura y conduzca la barca que lleva esta crónica por los caminos de la reconciliación e inspire y expire sincrónicamente el aliento que siempre alimentó mis pulmones en las andanzas, a semejanza de mi padre, por todos los rincones del pueblo.
Las elecciones locales se aproximan al ciclo de renovación cuadrienal. La ambición por apoderarse o mantener puestos-llave en esta fértil franja de la costa viva aviva los ánimos y despierta el interés por distribuir limosnas a diestro y siniestro. Reactivemos nuestra memoria y ella nos mostrará que siempre ha sido así. Y no será la novedad de un foro alegre compuesto por personas ilustres la que irá trazar los cambios necesarios para una vida feliz y moderada en la plenitud de sus valores. De cualquier modo, bien venido sea cualquier esfuerzo que se sume al esfuerzo de los aborígenes de Perceebes. Tenemos todo lo necesario para una vida plena de realizaciones en continuada ocupación de los sentidos que alimentan nuestra existencia. Somos propietarios de un extraordinario sistema eco marítimo, pleno en su biodiversidad, así en el mar como en el cielo y también en la tierra alagada de las ricas riberas de las rías sanas. Hagamos pues que el susurro del mar no atrofie nuestros oídos y la duplicidad de la lengua no engañe la candidez del alma natural y que don diego calvo no utilice las conclusiones emanadas del concilio foral para alimentar las malas intenciones de aquellos que quieren apoderarnos a cualquier costo, pero a cuesta de la Costa y de los que vallan a la emigración para salvarnos da morte, sea por ausencia absoluta de la esencia  privada o resiliación unilateral del agente-promesa. Es lo que siempre viene ocurriendo.
608 millones de euros por su efecto multiplicador bancario son más de un billón de euros. Puestos en las manos de los caballeros-mixotes de Perceebes darían ocupación para toda la vida, si bien administrados y utilizados como instrumento de trueca entre bienes y servicios de la tierra (tierra y servicios oriundos de Perceebes, claro). Infraestructuras declara aporte de 487 millones para infraestructuras viarias. 32 millones de euros fueron aplicados para sustentar  dos mil empleados (¿?) al costo de 16 mil euros por cabeza y sin considerar las ayudas retiradas de las arcas públicas para dar solvencia a los empresarios (¿quiénes son eses empresarios y donde están eses dos mil empleados?).
Han puesto sobre la mesa un rosario de pedidos. Todos ellos serán atendidos con un rosal de ambigüedades. Cada uno lo entenderá a su manera y gusto. Conforme la conveniencia, algunos verán en la lluvia de promesas un tormento de espinos; otros verán en la nieve que congela hermosas pétalas de rosas.
Después de las elecciones veremos lo mismo de siempre: un cielo celestialmente azul alternado con un horizonte tristemente ceniza. Esa es nuestra costa: un tapiz de faros sin utilidad para la navegación; un grueso estiércol esparramado por las rías, sin sentido para su fertilización; una inmensa barrera urbana, desorientada en la urbanización; un amontonado repliegue de hombres y mujeres, clamando por empleo. Somos la fe desmoronando al pie de la iglesia. Vemos las puertas del cielo cerradas porque los santos temen la infidelidad de los fieles. Ya no cantamos aleluya ni alabamos al señor porque el señor se ha auto nominado ciego sordo y mudo. Tal vez sea por eso y otras cosas más que dan fe de vida a la costa de la muerte.
Non sei, non sei. Eu so sei que algo haberá que facer pra que nosa costa non morra, ou pra evitar que a maten.

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