domingo, 14 de noviembre de 2010

EN MALAHORA

ENHORA MALA
En hora mala, Galicia. 4 mil católicos, apostólicos y gallegos, sin derecho a techo, respiran al relento del viento en el mes del advento del papa, benedicto e ilustre peregrino en la cripta de Santiago. 23% lleva más de diez años durmiendo en la calle. Son tercos representantes de la era paleozoica, candidatos a la eternidad en el panteón cultural del Gaias. 80 % llevan la insignia del paro y una medalla en el pecho atestando olvido familiar. 60 mil viven condenados a la gloriosa muerte lenta que les proporciona la suculenta renta de mil euros anuales. Son hombres, y talvez algunas mujeres, de heroicidad extrema por la virtud suprema de una santa humildad. Piden el favor de quien algo les pueda dar y obtienen el amargor de un airado desprecio, buen precio del respecto humano al tributo obtenido del que debe por la razón de haber nacido. Y no es necesario recurrir a las aventuras de Oliver Twist, en la realidad gallega tenemos nuestros particulares protagonistas, son reflejo de una realidad que la crónica santa de Gerardo Fernández Albor busca ocultar.
La impresión ocurre después que algunos fenómenos dispersos por el aire ultrapasan el umbral de la sensibilidad. Marcados por algunas particularidades, queda imprimida en nuestra conciencia la imagen de lo que nos impresiona. Todo sincero, cordial y afectuoso, como debía ser. A así deberíamos tratar los bienaventurados hijos de Dios, como Cristo nos enseña, para salir del templo y buscar en la calle los felices organizadores de los actos que calienten los despojos que llevan algunos peregrinos de la vida.
El millón de lectores, contemplados por la fe que les transmite el correo, pueden comprobar como un gobierno envuelto en  fuerte gripe financiera  es capaz de gastar tufos de dinero en una misa, en un día gris, en honor a un santo padre de la curia vaticana, en un perfecto altar y palco que no se justifica en el mirar sufrido de esos 4 mil gallegos, sin techo ni derecho a compartir la hostia sagrada, distribuida en una singular misa con presencia de un hombre santo.
Muy oportuno parece haber sido el culto a las raíces del humanismo europeo, en el camino de Santiago, en presencia de grandes, enormes, colosales personas de España y Europa y un seguro cuerpo en cadena, vigilante desde el aeropuerto hasta la plaza de quintana, algo típico de la guardia mora que daba protección a su santidad, el generalísimo de todos los generales.
En fin, el contraste entre los sin techo y el techo rodante del carro papal servirá para que la esperanza Aguirre nuestros corazones y ponga alegría en el ánimo para que esos cuatro mil sintecho sigan respirando la conveniencia armónica del amor, con justicia, democracia y con libertad para vivir arropados por el calor de la miseria.
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