jueves, 11 de noviembre de 2010

HUESOS DE UN ERRABUNDO

¿Viajar leyendo los libros de los otros? Que remedio, cuando otro remedio no tenemos. En avión poca cosa es permitida hacer. Escuchar música, ver una película, beber un buen vino y dormir.
Por los montes de mi querida armada, absolutamente desarmado, vigilado por algún zorro, la madre celosa de una matilla de lobos, una marta escondida en los pinares o alguna serpiente deseosa de echar picante en mis venas, andaba yo ávido por devorar conocimiento impreso en gruesos libros. Me acuerdo haber leído totalmente un libro de química escrito por el nobel Linus Pauling. Lo había encomendado por reembolso contra entrega. Moncho, el cartero, lo llevó a mi casa. Mi padre, sorprendido por tan elevado precio (unas sesenta pesetas), quiso devolverlo. Pero, reflexionando sobre el tema, resolvió financiar su coste, murmurando que si tal vicio era mi defecto,  no le parecía mal comer menos pan, si con el libro engordaba mi intelecto. Este fue el segundo libro que yo leí como regalo. Otro, oferta de un cuñado, de autoría de Salman Rushdie, para que lo leyese en avión cruzando el atlántico, fue felizmente olvidado en el estante en que el infeliz cuñado lo escondía.
Confieso haber una fuerte predisposición a leer los libros que mis colegas me regalan. Tengo todo el tiempo del mundo para hacerlo y me gustaría degustar hasta los huesos la obra escrita de mi gran amigo Conde. Infelizmente, en mi presupuesto no hay sorpresas para poder adquirirla contra reembolso de amazon.com.   Así que, hoy, aguijado por la sugestión de Al, me pregunto: si conde lee los libros que le regalan ¿porque qué yo no puedo candidatearme a la lectura de un hueso santo?   Lo que menos importa es el origen de lo que se exporta. Y  si el caballo viene regalado pues que !viva Troya!.
Mi timidez en invocar tan inusual pedido se acerva ante el ánimo de conseguir este difícil deseo mientras veo la señora Cortina hablando de sus verdades ignoradas,  o las suplicas acervadas por la Trahison des clercs. Como sea, espero hacerme presente por las pistas falsas de caminos insospechados,  al guiño hueco de los faciales ojos de este mixote, su servidor, andante en las brumas virtuales del destino de un hueso galorego, hoy presente en Madrid y mañana errabundo distraído en las catacumbas estelares.

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