viernes, 12 de noviembre de 2010

POLÍTICA EXISTENCIAL

Entre españoles e ingleses existen mas razones que nos unen que desabores a separarnos. Ya lo sabía Breogan en su primer intento de hacerse propietario del gran archipiélago atlántico. De León exportarían el corazón montañero para ser implantado en todo su ardor bélico bajo el pecho de Ricardo y seducirlo a los atractivos de la Berenguela. En el papado de la II inocencia fueron puestos de mojo las barbas rojas de Federico de Alemania, cruzándolas con el capeta augusto, cognominado Dádiva de Dios o Felipe II de Francia. El destino de esta alianza era entretener los vasallos en una cruel cruzada contra los moros  y, de paso, apoderarse de las riquezas de Jerusalén. El mojo era por demás profundo y Barba Roja se ahogó en el pozo. Cuentan que Ricardo y Felipe II, después de beber en Mesina y Chipre en 1190 y Acre al año siguiente, entraron en feroz disputa por ver quien colocaba su bandera en la torre más alta de un pequeño minarete. La victoria de Ricardo aceleró el corazón de Felipe aliándolo a Juan sin tierra bajo los hechizos de la bruma, objetivado repatriar el corazón de león a los montes de la vieja encastillada.
Siguiendo la saga histórica, no es complicado concluir que la lucha por el poder absoluto busca el dominio absoluto de una única voluntad sobre la conciencia de las voluntades dominadas. Siendo imposible pactar con la oposición, se divide el reino para mejor dominarlo, y si el representante de dios niega su concordancia, el poder absoluto lo dimite y estructura una nueva religión que  dé mayor suporte a sus designios. Enrique VIII es un ejemplo que ilustra la cuestión.
Caminando por la dehesa de este loco raciocinio llegamos a la manzana digerida por Adam. Fue en 1776 cuando a este ilustre señor se le ocurrió publicar un tratado sobre la riqueza de las naciones. Con tamaña maestría fue descrita la ventaja de un obrero especializado en machacar la cabeza de una punta que, a pocos años después, toda Europa se sentía energizada por el brillo de la chispa emanada del  barateamento de un clavo de acero.
A Adam Smith le siguieron miríadas de adoradores batiendo en el clavo de muy distintas maneras. Ricardo, el David de la moderna economía, después de hacerse rico manejando la bolsa de valores, publica un interesante trabajo sobre política de la economía y los tributos exigidos en el reinado. Internacionaliza el concepto de especialización formalizando las ventajas de la especialización natural. En otras palabras: quien es rico será mucho más rico si aplica toda su energía en este misterio. Y quien es pobre alcanzará la miseria absoluta si concentra todo su esfuerzo en la promesa de un futuro feliz. Y por  este camino llegamos al gran filósofo alemán, barbudo y peludo Carlos Marx, autor de la gran crítica al capital y, por tal razón, radicalmente odiado por los endiosados del capital, buenos exploradores de la teoría del valor-trabajo en la estructura que formaliza la conveniencia del capital humano y atribuyen a sí mismos todo el beneficio del capital animal.
Alcanzamos finalmente la figura calva pero barbada del ilustre Stuart Mill, citado en la económica crónica de mi amigo filósofo y economista Pousa. Stuart transmite la idea de utilitarismo asociada a los rigores del bienestar de las personas en el ciclo de su existencia. El trabajo es un valor en tanto contribuya al bienestar de la persona que lo realiza. La ocupación adecuadamente alternada por el descanso y distracción de los sentidos será el objetivo de las nuevas filosofías económicas y del comportamiento político-religioso de las futuras administraciones. Por este tema, los gallegos de la Galicia occidental entraremos a la vanguardia de nuevas ideología para encauzar políticas de solución existencial.

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