Día feliz
A propósito de
lo dicho anteayer
y de lo explicado ayer,
hoy cubrimos la tríade de manifestaciones franciscanas hablando de ese “totum
revolutum” que es el ser animado por la consideración de mezquinos intereses,
convergiendo, de algún modo, el gusto argumentatorio por la desdicha de
admirados animales.
Un pastor alemán
recogía monedas en un pote colgado en su cuello. Potenciado su valor por cuenta
del cubo, valorizaba su gesto en justa transacción con el carnicero. No muy
lejos de allí, las
vacas de Vilar, que pacen en prados libres de circulación rodada, eran
motivo de multa y sanción a los labriegos por uso y abuso de vehículos clase b
sin matrícula. Mucho más cerca, casi codo a codo, un vecino mío hablaba de la hartura
del campo por la mala leche, consecuencia de un estado en saldo o rebaja
permanente. Pobres de nosotros, los animales que insistimos vivir en la tierra
que nos pario un dia y quiere comernos en otro. Ese día felizmente ha llegado y
es hoy, día de los animales buenos.
Animales buenos
Buenos, así
adjetivados porque sabemos que hay animales malos que asustan otros cachorros y
los molestan en indecorosas acciones de desabrigo, así como en otras
arbitrariedad, al sabor de una injusta justicia, que los pone en la calle a latir los errores de
triste amargura.
DÍa Universal de
todos los animales
La declaración
Universal sobre el bienestar animal reconoce que los animales somos seres
capaces de sentir y sufrir, tenemos necesidades básicas, debemos ser respetados
y que la crueldad hacia nosotros debe
cesar. El 4 de octubre fue escogido como día internacional del animal, asociado
este día con el festivo día de san Francisco de Asís, nuestro santo patrón.
Sin la vocación
de Francisco, regida por Mateos, es muy difícil, a la mayoría de los animales
de iluminada especie, abandonar los hábitos. ¿Cómo desnudarse de algo que
simboliza el poder como los cuernos de un toro, los colmillos de un elefante o
las garras de un oso? Mas fácil seria mostrar desnudo el cuerpo y dejar a
muestras la grandeza del alma, desacorrentanda de oro y plata, exentando de anillos sus garras normales,
olvidando el palio, la mitra y el báculo y, para hablar de flores, podríamos
dejar en el olvido los cañones, los drones mortales, las aves de rapiña con sus
mísiles ligeros. Si fuésemos sinceros haríamos la paz
La paz
Más difícil es
renunciar al poder que el dios de todos
ha delegado a unos pocos representantes del saber humano, al más poderoso de
todos los animales, al supremo rato de los ratones, a la polilla que derrumba
al gigante árbol, al pez grande que quiere comer todos los chicos; a esa
maravillosa ciencia que clava daga en los ojos o atraviesa el pecho buscando el
corazón para matarlo, dando vida a otro que no era la suya.
Entre los
predicadores de paz hay algunos que hacen mención de plantar semiente y salen
al campo midiendo los pasos, otros prefieren los pazos para sementar sin salir.
A los que quedan le pagan la sementera, a los trabajadores no cuadran las cuentas
y le cuentan sus pasos. En el juicio final, la contabilidad divina atribuirá
pazos a unos y pasos a otros. Parafraseando los sermones del padre Vieira y
considerado que la paz depende del concurso de tres elementos, Dios pazo y
piernas para medir los pasos, a quien debemos atribuir los grandes horrores del
mundo?
¿Al predicador,
al predicado o a la esencia de Dios todopoderoso?
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