domingo, 4 de octubre de 2015

CANTO DEL CISNE

Día feliz

A propósito de lo dicho anteayer y de lo explicado ayer, hoy cubrimos la tríade de manifestaciones franciscanas hablando de ese “totum revolutum” que es el ser animado por la consideración de mezquinos intereses, convergiendo, de algún modo, el gusto argumentatorio por la desdicha de admirados animales.
Un pastor alemán recogía monedas en un pote colgado en su cuello. Potenciado su valor por cuenta del cubo, valorizaba su gesto en justa transacción con el carnicero. No muy lejos de allí, las vacas de Vilar, que pacen en prados libres de circulación rodada, eran motivo de multa y sanción a los labriegos por uso y abuso de vehículos clase b sin matrícula. Mucho más cerca, casi codo a codo, un vecino mío hablaba de la hartura del campo por la mala leche, consecuencia de un estado en saldo o rebaja permanente. Pobres de nosotros, los animales que insistimos vivir en la tierra que nos pario un dia y quiere comernos en otro. Ese día felizmente ha llegado y es hoy, día de los animales buenos.

Animales buenos

Buenos, así adjetivados porque sabemos que hay animales malos que asustan otros cachorros y los molestan en indecorosas acciones de desabrigo, así como en otras arbitrariedad, al sabor de una injusta justicia,  que los pone en la calle a latir los errores de triste amargura.

DÍa Universal de todos los animales

La declaración Universal sobre el bienestar animal reconoce que los animales somos seres capaces de sentir y sufrir, tenemos necesidades básicas, debemos ser respetados y que  la crueldad hacia nosotros debe cesar. El 4 de octubre fue escogido como día internacional del animal, asociado este día con el festivo día de san Francisco de Asís, nuestro santo patrón.

Sin la vocación de Francisco, regida por Mateos, es muy difícil, a la mayoría de los animales de iluminada especie, abandonar los hábitos. ¿Cómo desnudarse de algo que simboliza el poder como los cuernos de un toro, los colmillos de un elefante o las garras de un oso? Mas fácil seria mostrar desnudo el cuerpo y dejar a muestras la grandeza del alma, desacorrentanda de oro y plata,  exentando de anillos sus garras normales, olvidando el palio, la mitra y el báculo y, para hablar de flores, podríamos dejar en el olvido los cañones, los drones mortales, las aves de rapiña con sus mísiles ligeros. Si fuésemos sinceros haríamos la paz

La paz

Más difícil es renunciar al poder que el dios  de todos ha delegado a unos pocos representantes del saber humano, al más poderoso de todos los animales, al supremo rato de los ratones, a la polilla que derrumba al gigante árbol, al pez grande que quiere comer todos los chicos; a esa maravillosa ciencia que clava daga en los ojos o atraviesa el pecho buscando el corazón para matarlo, dando vida a otro que no era la suya.
Entre los predicadores de paz hay algunos que hacen mención de plantar semiente y salen al campo midiendo los pasos, otros prefieren los pazos para sementar sin salir. A los que quedan le pagan la sementera, a los trabajadores no cuadran las cuentas y le cuentan sus pasos. En el juicio final, la contabilidad divina atribuirá pazos a unos y pasos a otros. Parafraseando los sermones del padre Vieira y considerado que la paz depende del concurso de tres elementos, Dios pazo y piernas para medir los pasos, a quien debemos atribuir los grandes horrores del mundo?

¿Al predicador, al predicado o a la esencia de Dios todopoderoso?


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