lunes, 16 de agosto de 2010

GUINDAS

Échale guindas al pavo, que yo echaré a la pava azúcar canela y fuego.
Todos los años, para suerte de los que vivimos, se repite un natural fenómeno patrocinado por la naturaleza y promovido con particular prepotencia por nuestro inmortal astro Sol. ¿Quien no pasa nueve meses del año deseando que el brillantismo del sol caliente las playas y nos haga retirar los trapos que ocultan el cuerpo y maculan su belleza? ¿A cuantos el sol consigue engañar por no saber dosar el tiempo de exposición al agarimo del soplo térmico?
Para que haya fuego son necesarios tres elementos: carburante, aire y calor.
La Tierra es, en si misma, un enorme carburante en estado latente de combustión. Un pequeño incidente y tiene inicio la síndrome de China, aunque no fuese china Chernobil, y el drama magistralmente dirigido por James Bridges (1979) (Xaime Pontes, en Galego) se refería al peligro nuclear de una unidad virtual productora de calor en California, recortada y colada 13 días después por el mayor plagiador del mundo en la escena real de Three Mile Island, Pensilvania, y después, 1986, en Chernobil, Ucrania.
Dentro de la Tierra, en su área autónoma de self-gobierno, el aire circula a su aire. Chaquallado o remexido por el movimiento pendular. En un momento el aire corre hacia riba, en el otro, hacia abajo. El impulso que le proporciona el giro circular provoca su dislocamiento de la noche para el día y, como ya sabemos que la noche en un momento está atrás y en el otro corre delante, es de suponer que el aire tolea a todo instante.
 Dicen que la intención que gobierna la Tierra hace parte de los designios de Dios, su creador, y por tal mérito de buenas intenciones se llena el infierno, un lugar engendrado para mantener las personas bien calientitas y muy iluminadas por nuestro autónomo lume.
El calor nos es enviado gratuitamente al flujo de ondas radioactivas de la caprichosa explosión solar. Dada nuestra condición de reino satélite, ninguna libertad nos es ofrecida para que podamos recusar tan dadivoso regalo. Los emisarios del santo sagrario que allí hemos enviado, en noches del plenilunio en que maúlla el amor, no han regresado y aquellos que en los altares veneramos mantienen en absoluto silencio el secreto que los conserva eternamente graciosos.
Decíamos que las condiciones para existencia del fuego son naturales por su propia naturaleza.  Un cuerpo con potencial ardiente, ventilado a su aire, una chispa de amor caliente y ¡Zas! allí tenemos la combustión espontánea.
El cuerpo que sabe arder y el aire que alienta su ardor están siempre presentes en cualquier época del año. El calor suficiente para producir unión y engendrar la llama es un factor que aparece al acaso. Pero, ni siempre el acaso se manifiesta a su antojo. El ánimo, sin dolo para producir quemada, es llevado por la mano del pirómano aldeano, por su fe  al foguetorio de palenque, en las primeras, segundas y terceras horas del día festivo en que se celebra, con chispas y truenos, la honra del santo patronal. A estos hombres y mujeres de buena fe apliquemos la indulgencia del perdón. A los otros, a quien tienen la obriga de protegernos y nos envían su ejército, azúcar, canela y clavo, guindas de fácil combustión.

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