martes, 17 de septiembre de 2013

RELACIÓN CAUSAL

En todo lo que existe, siempre existe  correspondiente relación entre la existencia y la causa que produjo la existencia. Descubrir la causa acaba siendo un enorme problema, al que habrá que buscar solución. Descubierto la causa y su legítima correspondencia con la consecuencia, surge un nuevo problema, cuya solución debe ser convenientemente planteada para que no surjan consecuencias inconvenientes. Esto es, estamos delante de una espiral de existencias cuyo origen está en el culo de un agujero negro y su fin en la boca de un único tubo. Forzar nuestra inteligencia para descubrir quien originó todo este enorme embroio es lo mismo que meterse a loco para querer descubrir si fue el huevo consecuencia de la gallina o la gallina fue la causa de toda esta tortilla que, para enriquecerla, la misturamos con patacas y cebollas, le damos un bocado de vueltas para freír todo junto y, finalmente, regada la garganta con un buen vino facilitamos la secuencia de su justo destino por la más obscuro del agujero negro.

Por ejemplo, yo fui testimonio de algunos incendios en mi famosa Cee Villa del Mar. Ansioso por extrañar la novedad, vi como se quemaba el club de Cee. Era noche, yo dormía cuando desperté con gritos de fuego. Corrí a la ventana y vi reflejos de luz proyectados sobre una enorme bandera, roja amarilla, que ondeaba en el cuartel de la guardia civil. En casa no había nadie para explicarme lo que ocurría. Corrí a la calle para conocer la causa de tanta agitación y vi como desde la fuente, en la plaza de Cotón, se formaba una columna de personas pasando, unas a los otros, calderos de agua y recibiendo unas de los otros calderos vacios. Siguiendo el flujo de esta corriente, llegue a la plaza de España, donde vi enormes lenguas de fuego brotando de las ventanas del club Cee, el único club de la nobleza pobre que existía en la rica Villa. Absorto por el luminoso espectáculo, me quedé observándolo desde un cómodo diván de piedra, en la alameda, a pocos metros del hecho. Finalmente fui reconocido y llevado a casa por mis padres. Al día siguiente hablaban de la famosa relación entre causa y efecto. La causa, un pitillo; la consecuencia, un club en cenizas por el resto de mi vida en la mi Cee Villa del Mar.

En otra ocasión, caminando por los montes de la armada en un día de calor abrumador, pude observar como de la casca de un pino brotaba un regueiro de resigna. Sobre un ramo en el suelo había depositado una pelota de resigna ligeramente pastosa y, al querer recogerla, pude observar como un foco de luz se concentraba en la palma de mi mano. 

En toda relación causal del fuego existen tres elementos íntimamente asociados para que constituyan causa de la consecuencia fuego. Ellos son: fuente de calor, oxígeno y combustible. La fuente de calor estaba presente en los rayos de sol. En el aire bien oxigenado los montes son ricos. Faltaba combustible. Viendo hoy los monteas, parece mentira que en tiempos pretéritos no hubiese masa seca para ser quemada. Sí que la había, y mucha. Ocurre que los montes eran continuamente barridos para formar feixes de volumada, que eran transportados por esfuerzo personal a las nobles cortes habitadas por eméritos cochinos o, en la condición de tojos o masa de pinos podados, a las monumentales lareiras de piedra, típicas en el fogar de Pindoschan.

Hoy las tres condiciones están presentes. Íntima y firmemente asociadas, la consecuencia es ese regueiro de fuego que observamos en los montes rocosos de mi inolvidable Pindoschan.


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