Reflexiones sobre un caso penal.
Capítulo
II (de no se cuantos)
El hecho
generatriz de la queja-crimen lo encuentro en el 3º parágrafo del folio 3,
donde el querellante afirma:
“Pasado más de un año
del último servicio, el querellado volvió nuevamente al consultorio reclamando
y ofendiendo el profesional diciendo que el
servicio había sido mal hecho”.
“el
servicio había sido mal hecho”. ¡Valla con el argumento y su
poderosa fuerza para dar existencia a un caso penal!
Pero
sigamos en el devaneo de mis reflexiones.
Considerando
que el recibo fue firmado en 20/09/2011, se hace forzoso establecer en estas
transparentes reflexiones que el hecho debe haber ocurrido allá por agosto del
año 2012. Poco importando si fue mes más o mes menos, es suficiente entender que
la precisión aproximada del hecho ha hecho de la inicial una profecía a consustanciarse un año más tarde, exactamente
un mes después de la sentencia decurrente de la queja haber sido proferida en
juzgado (23 de agosto de 2012 – fl. 288).
No
obstante, en el 5º. párrafo del folio 3 el querellante contradice lo arriba
expuesto para afirmar una nueva versión del supuesto hecho criminoso.
“Después
de este desarchivo en 14.11.2011, el querellante ingresó con una injusta persecución
contra el querellado que se vio obligado a accionar reiteradas veces la policía a través del número one nain null
con la finalidad de tentar cohibir las
ofensas e injurias livianamente proferidas
por el querellante”.
Perdón,
ocurrió un ligero error de la reflexión ya que justo es esclarecer que no hubo
contradicción en tal párrafo, pues deja bien claro que la persecución ocurrió
después del mes de noviembre, ciertamente compatible con el hecho supuestamente
ocurrido en agosto de 2012, mucho después de haber sido registrado la supuesta
queja-crimen, desencadenadora de tan fatídico proceso de la promoción de un pastor
cirujano (o cirujano pastor, ¿qué más da?)
Continuando en la reflexión de mis
observaciones, el querellante afirma:
En el mismo día el querellante estaba realizando
tratamiento en un paciente cuando el timbre del consultorio tocó y al atender
la puerta se sorprendió con el querellado tentando invadir el consultorio
hablando palabras ofensivas al profesional depreciando su trabajo y al saber
que había un paciente en la sala quedó aún más alterado y aumentó aún más el tono
de la voz continuando a proferir improperios con el objetivo de tornar no
dudosa su ira.
En
el mismo día (14/11/2011) …
Sherlock Holmes preguntaría: ¿de mañana o
de tarde?
Habiendo el querellante determinado la
hora aproximada, la farsa denunciosa desplomaría por su propio peso. El rigor
procesual exige la precisión temporal del hecho criminoso. De hecho, la falsa
víctima, si de hecho fuese victima verdadera y no producto de un cuento, tenía
elementos suficientes para ofrecer precisión temporal a un hecho que habiendo
sido real fue descrito de forma mentirosa, a saber: su trabajo es programado
con hora marcada en una agenda; por ley, debía existir una nota fiscal dando
cobertura al pago hecho por el paciente; eventualmente, debía existir un
justificante laboral para el paciente (empleado de una empresa privada). Por
otro lado, mi amigo Sherlock se preguntaría: Porque el querellado, al saber que
había otro paciente quedaría más alterado?
Durante un longo tratamiento del maxilar
superior, el querellante jamás fue sorprendido por el querellado. Ahora,
comprometido el principio de confianza y fe, la sorpresa pasaba a minar la
conciencia profesional y religiosa del querellante pastor, que veía con cierta
preocupación como el querellado cordero iba perdiendo su natural ingenuidad y
confianza en el trabajo que el querellante realizaba en su boca.
Excelencias, hemos de convenir que es
inadmisible cualquier inicial de queja crimen que no permita la exacta
comprensión sobre la controversia que en ella se establece.
¿Qué palabras fueron aquellas que tanto
ofendieran el decoro y la dignidad del profesional cirujano pastor?
Sin mucho esfuerzo y sin necesidad de
utilizar lupa, apenas con su famoso cachimbo, Sherlock vería una prótesis, partida
en tres pedazos por acción de un extractor -saca pinos – aplicado por el
querellante sobre supuestos implantes, implantados por la ciencia de su
conocimiento y que ahora exhibían la triste apariencia de clavos oxidados. La
visión de esta triste maravilla de la ciencia odontológica ciertamente deprecia
el trabajo de quien lo ha hecho.
En su defensa el querellante podría negar
que el querellado jamás fuera su paciente. No lo hizo. No podía hacerlo aunque
quisiera. No obstante, a través de un boletín policial, el querellante tentó
inducir testimonios para que pensasen que el digno cirujano, pastor religioso,
estaba siendo agredido por una cabra, un loco vagabundo o cualquier otro
elemento de alguna fauna salvaje y trastornada. Solo así, mi amigo Sigmund
Freud, con su puro habano, establecería razones psicoanalíticas para llevar el pastor cirujano a proferir
sentencias sin el menor cuño ofensivo,
como “Demonio, Satanás, cobarde, cagón, yo te mato” y otros improperios de la
propiedad de su fuero religioso, en nada comparables con la denuncia crimen,
fundamentada en una supuesta declaración de que su servicio había sido mal
hecho.
¡Cosas de la excelencia metafísica!
Es
más, delante de tan divina divinidad del pastor de cabras, nadie de la justa
justicia pareció creer que no había el menor indicio de que delante de tan
desastroso resultado de un servicio “muy bien hecho” podría contaminar la
razón, confianza y la buena fe de otros clientes, ni que el querellante,
plantador de clavos odontológicos, sería capaz de bordear la raya de la locura
y no hesitar, admitiendo que el ataque es la mejor defensa, en amenazar su
paciente y ahora querellado, quien de buena fe atendía a un llamado telefónico,
hecho por el proprio querellante, cirujano pastor de algún rebaño desgarrado. Con
el riesgo de caer por una ingreme escalera, arrojado por la furia manifiesta del
digno profesional, el querellado huyó sobre la amenaza de muerte y corrió hasta
conseguir refugio en la avenida, donde sintió seguridad en el gran número de personas
que allí transitaban.
Así consta en los autos.
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