martes, 3 de septiembre de 2013

CASO PENAL II


Reflexiones sobre un caso penal.
Capítulo II (de no se cuantos)

El hecho generatriz de la queja-crimen lo encuentro en el 3º parágrafo del folio 3, donde el querellante afirma:

“Pasado más de un año del último servicio, el querellado volvió nuevamente al consultorio reclamando y ofendiendo el profesional diciendo que el servicio había sido mal hecho”.

“el servicio había sido mal hecho”. ¡Valla con el argumento y su poderosa fuerza para dar existencia a un caso penal!
Pero sigamos en el devaneo de mis reflexiones.

Considerando que el recibo fue firmado en 20/09/2011, se hace forzoso establecer en estas transparentes reflexiones que el hecho debe haber ocurrido allá por agosto del año 2012. Poco importando si fue mes más o mes menos, es suficiente entender que la precisión aproximada del hecho ha hecho de la inicial una profecía  a consustanciarse un año más tarde, exactamente un mes después de la sentencia decurrente de la queja haber sido proferida en juzgado (23 de agosto de 2012 – fl. 288).

No obstante, en el 5º. párrafo del folio 3 el querellante contradice lo arriba expuesto para afirmar una nueva versión del supuesto hecho criminoso.

“Después de este desarchivo en 14.11.2011, el querellante ingresó con una injusta persecución contra el querellado que se vio obligado a accionar reiteradas veces  la policía a través del número one nain null con la finalidad  de tentar cohibir las ofensas e injurias livianamente proferidas  por el querellante”.

Perdón, ocurrió un ligero error de la reflexión ya que justo es esclarecer que no hubo contradicción en tal párrafo, pues deja bien claro que la persecución ocurrió después del mes de noviembre, ciertamente compatible con el hecho supuestamente ocurrido en agosto de 2012, mucho después de haber sido registrado la supuesta queja-crimen, desencadenadora de tan fatídico proceso de la promoción de un pastor cirujano (o cirujano pastor, ¿qué más da?)

Continuando en la reflexión de mis observaciones, el querellante afirma:

En el mismo día el querellante estaba realizando tratamiento en un paciente cuando el timbre del consultorio tocó y al atender la puerta se sorprendió con el querellado tentando invadir el consultorio hablando palabras ofensivas al profesional depreciando su trabajo y al saber que había un paciente en la sala quedó aún más alterado y aumentó aún más el tono de la voz continuando a proferir improperios con el objetivo de tornar no dudosa su ira.

En el mismo día (14/11/2011) …

Sherlock Holmes preguntaría: ¿de mañana o de tarde?

Habiendo el querellante determinado la hora aproximada, la farsa denunciosa desplomaría por su propio peso. El rigor procesual exige la precisión temporal del hecho criminoso. De hecho, la falsa víctima, si de hecho fuese victima verdadera y no producto de un cuento, tenía elementos suficientes para ofrecer precisión temporal a un hecho que habiendo sido real fue descrito de forma mentirosa, a saber: su trabajo es programado con hora marcada en una agenda; por ley, debía existir una nota fiscal dando cobertura al pago hecho por el paciente; eventualmente, debía existir un justificante laboral para el paciente (empleado de una empresa privada). Por otro lado, mi amigo Sherlock se preguntaría: Porque el querellado, al saber que había otro paciente quedaría más alterado?

Durante un longo tratamiento del maxilar superior, el querellante jamás fue sorprendido por el querellado. Ahora, comprometido el principio de confianza y fe, la sorpresa pasaba a minar la conciencia profesional y religiosa del querellante pastor, que veía con cierta preocupación como el querellado cordero iba perdiendo su natural ingenuidad y confianza en el trabajo que el querellante realizaba en su boca.
Excelencias, hemos de convenir que es inadmisible cualquier inicial de queja crimen que no permita la exacta comprensión sobre la controversia que en ella se establece.

¿Qué palabras fueron aquellas que tanto ofendieran el decoro y la dignidad del profesional cirujano pastor?
Sin mucho esfuerzo y sin necesidad de utilizar lupa, apenas con su famoso cachimbo, Sherlock vería una prótesis, partida en tres pedazos por acción de un extractor -saca pinos – aplicado por el querellante sobre supuestos implantes, implantados por la ciencia de su conocimiento y que ahora exhibían la triste apariencia de clavos oxidados. La visión de esta triste maravilla de la ciencia odontológica ciertamente deprecia el trabajo de quien lo ha hecho.

En su defensa el querellante podría negar que el querellado jamás fuera su paciente. No lo hizo. No podía hacerlo aunque quisiera. No obstante, a través de un boletín policial, el querellante tentó inducir testimonios para que pensasen que el digno cirujano, pastor religioso, estaba siendo agredido por una cabra, un loco vagabundo o cualquier otro elemento de alguna fauna salvaje y trastornada. Solo así, mi amigo Sigmund Freud, con su puro habano, establecería razones psicoanalíticas  para llevar el pastor cirujano a proferir sentencias sin el menor cuño ofensivo, como “Demonio, Satanás, cobarde, cagón, yo te mato” y otros improperios de la propiedad de su fuero religioso, en nada comparables con la denuncia crimen, fundamentada en una supuesta declaración de que su servicio había sido mal hecho.

¡Cosas de la excelencia metafísica!

 Es más, delante de tan divina divinidad del pastor de cabras, nadie de la justa justicia pareció creer que no había el menor indicio de que delante de tan desastroso resultado de un servicio “muy bien hecho” podría contaminar la razón, confianza y la buena fe de otros clientes, ni que el querellante, plantador de clavos odontológicos, sería capaz de bordear la raya de la locura y no hesitar, admitiendo que el ataque es la mejor defensa, en amenazar su paciente y ahora querellado, quien de buena fe atendía a un llamado telefónico, hecho por el proprio querellante, cirujano pastor de algún rebaño desgarrado. Con el riesgo de caer por una ingreme escalera, arrojado por la furia manifiesta del digno profesional, el querellado huyó sobre la amenaza de muerte y corrió hasta conseguir refugio en la avenida, donde sintió seguridad en el gran número de personas que allí transitaban.

Así consta en los autos.


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