jueves, 28 de mayo de 2009

AVE CEESAR

- Ave Luis!

- Ave Ibero!

- Ave al ave santísimo de los muertos!

- Ave! Ave! Ave!

 Haber, don Cloro, ¿no le entusiasma que como aquejado de las letras pueda cobrar sus derechos copyright sus descendientes de ultratumba?

 Vuelve usted con sus cantilenas afeando la buena memoria de los que estamos muertos. ¿Tanto le incomoda la buena salud espiritual de los emigrantes abandonados quinientos años en el purgatorio de Macondo, que ahora ha decidido sumarles la legión de los galleguiños asistidos con miserable subvención y la percepción  anticipada del resto  por la velocidad imaginada en un tren del admirable mundo nuevo?

 Ave María, don Luis, no le sobra un único gallego en su abordaje hecho en hora mala a la poco culturada cepa de los legítimos herederos de la costilla de Adán.

 Me alegra su manifestación de creencia en el más allá, en aquel más allá sobrio, serio,  exento de las glorias prometidas en la redención de Feijoo y las delicias pecaminosas que usted supone haber en El Coran, libro mayor de nuestros antepasados colonizadores de Alá. No se asuste, no comete usted ningún sacrilegio. Su protesto es tierno, luego no será convocado a la Dieta de Worms por su majestad Carlos V de Alemania y el primer Carlos de Galicia recibirá el perdón tantas veces negado a las protestas del señor Matin.

 Como buenos gallegos, desmoronados en el polvo o revigorados a golpes de martillo sobre el yunque en una artesanal fragua, rezamos todos los días y a cualquier hora. Pero dos horas son sagradas: al amanecer para celebrar el destierro; y al anochecer, para agradecer que estamos vivos aunque nos crean muertos. Y así vamos engañando los especialistas del CERA.

 Buenas obras sin fe son vanas. Dios no permite que prosperen las malas obras de los corruptores. Que necesidad tenemos los gallegos de un ave veloz cuando el ave-ión nos lleva en media hora de Santiago a Madrid y un coche conducido por pilotos suicidas nos deja pardos con más seguridad que el Bostan 706  de Salman Rushdie?

 En este momento no hay argumento que justifique razones evidentes para inversión de toda capacidad presente en un AVE de incierto retorno social y económico. Tiene usted razón al no confiar en las promesas del ministro blanco, dado que en el ministerio han errado continuamente desde las promesas del fabuloso plan Galicia - y es axioma de su cultura fundamentalista que ellos nunca pueden errar. Si ellos se contradicen a si mismos, no abjuremos nosotros de la palabra burilada en las tablas de nuestras escrituras. Son ellas el ave-María que da sustento a tantas otras aves que redimen el gallego del pecado mortal de haber nacido en Galicia.

 Ave, Cesar, los muertos te saludamos.

 


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