viernes, 29 de mayo de 2009

VIGILIA

Mi muy señor mío: no consta en mis anotaciones que usted me haya solicitado consejo sobre la vigilia que se propone realizar como consecuencia a los dilatados plazos del AVE. Pasar las noches en vela, my lord,  no es una propuesta que pueda ser homologada por la sanidad. Además, no es acto de presidente administrativo de un gobierno civil. Reserve esa actitud, se lo ruego,  para el consejero religioso, que es quien entiende de ese acto litúrgico y sabe, como nadie en el mundo, mantenernos despiertos y con velas encendidas durante el largo periodo que antecede la noche santa.

 Otra cosa, señor: sabemos que su agradecimiento a Touriño, por la mentira continuada y colectiva del gobierno de España, salió de lo más hondo de su corazón en una expresión irreprimible por su profundidad filosófica. Pero, señor, a boca pequeña, sin que nos oiga nadie, debo recordarle que usted y yo, ambolosdos, somos españoles y ese gobierno de España es nuestro gobierno y es de protocolo y buen talante democrático respectar el Gobierno, ya sea el suyo o de los otros.

  ¿Qué dirían de este humilde consejero si yo no le hago este arrojado reproche? Nos pasamos, mi muy ilustre caballero, las funciones parlamentares normalmente reservadas a los diputados nacionales y a los formadores de opinión de nuestro basto territorio. Y en este escaño usted ha dejado torcer el pie por falta de habilidad en el arte de esgrimir el sainete presupuestario.

  A los gallegos nos sobran preocupaciones por el resonar de las campanas, repiqueteadas por badajos que no dejan asentar las gaviotas en el pináculo de los campanales y ahora nos suelta esa de duplicar los presupuestos para producir un tren de ricos, con nombre de AVE. Señor, jefe de mi alma, si vostede da rienda suelta al consejero Hernandez y permite que lance dardos a tuertas y derechas, en cuanto usted duerme por el esfuerzo de la vigilia, los gallegos acabarán uniéndose al ministro de Fomento y al secretario xeral do PSdeG en su tradicional penitencia por el dolor de haber pecado y el propósito de no pecar más.

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