El núcleo del artículo se posiciona en la periferia de un interno saliente, mutatis mutandis de una Pompeya minxitórica y púnica, con sus gladiadores agachados en pseudónimos que los protegen de los infames e infamantes ataques de los outrora bien sucedidos y a restora en franca debandada ante la proximidad del juicio final.
Señor Conde y mi muy amigo Alfredo, compañero infatigable en mis lecturas a la luz del medio día, incasable escritor gallego, hombre sin complejo gramatical y libre en las leguas de la Patria que amamos:
No cabe censura a su escrito de hoy. Fue usted locuaz en la expresión de banalidades y, para que entendamos, no somos quién para aspirar a mucho más en nuestra aflicción por lo que ocurre en la tela del monitor electrónico. Seguiremos firmes en el ademán, contemplando la vida satírica e irreverente, como aquel mordaz autor, insurgente de la tinieblas, quiso, un infeliz día, construir con una variedad tan insinuante que choca aquellos que aspiramos a la inmortalidad.
Es la inmortalidad de utilidad doméstica proporcionada por el hechizo iónico del blog personal. Como sabemos, blog es una palabra con origen en las técnicas cibernéticas que traduce la idea de registrar en algún lugar del espacio sideral nuestras experiencias y observaciones. Como instrumento de comunicación e intercomunicación, permite transmitir nuestros pensamientos y sentimientos instigados por la ansiedad de la vida en sus respectivos momentos de conciencia espontánea. En un futuro no muy lejano habrá más blogs que personas, y nuestras relaciones domésticas se verán dominadas por la virtud y los defectos de dioses y demonios construidos a nuestra imagen y semejanza, empoderados por el alma que no dejará de existir cuando le falle el cuerpo.
Pero esto no es lo que nos preocupa hoy. El núcleo del artículo se posiciona en la periferia de un interno saliente, mutatis mutandis de una Pompeya minxitórica y púnica, con sus gladiadores agachados en pseudónimos que los protegen de los infames e infamantes ataques de los outrora bien sucedidos y a restora en franca debandada ante la proximidad del juicio final.
El ser humano es siempre el mismo. No consigue librarse de sus personales compromisos con la moral bélica de los sin vergüenza y la agachada ternura de los vergonzosos. El suporte cambia con el relevo de las personas, pero el poder continua con su virtud intachable, aunque el pseudonimista cambie su identidad con distintos números romanos.
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