viernes, 15 de mayo de 2009

POLÍTICA LINGUÍSTICA

En el ocaso de nuestra suerte pasamos a depender de quien criamos, y la historia nos muestra en este tema muchas historias mal resueltas, pues en la lid de la lengua a cada victoria sucede una derrota.

La Política Lingüística habría que plantearla como un proyecto de muy largo alcance con mucha atención a la vocación de las personas y en especial a sus necesidades de comunicación, entre si y con otras personas fuera de la comunidad.

En Galicia nunca hubo problema con el uso del gallego, mismo en los años fieros de dictadura militar. En materia de medios de hablar, habían dos modos que no se oponían dentro de Galicia, aunque, en muchas circunstancias, sí, conflictaban fuera de Galicia. Y no exactamente en la imperial y monumental mancha de la Meseta por la normalización del español y sí cuando necesitábamos concurrir a un puesto de trabajo en Barcelona, Bilbao o en las Palmas de las islas africanas.

 No hablemos de los académicos desarrollados al pie de la Real Lengua de Habana, cuando el invasor yanqui les exigía declarar, en buen ingles, origen, nombre y apellido, y viendo que no sabían responder en español creían no servir para la administración cubana. No hablemos de los gallegos en Buenos Aires, incluyendo Castelao, quiénes acosados por un deje natural no despertaban simpatías para guarda de la Plata o contención del imperio de la Tierra de Santa Cruz.

 Queriendo hablar del gallego normalizado hablemos de los gallegos que se quedaron en Galicia muy atentos al declinar de la estrella de Franco, muy aptos a tirar taja de la oposición que el mundo entero hacía a España. Fueron un partido apolítico que harían de la lengua instrumento de política para alcanzar el poder de status y la riqueza que el status conlleva.

 La Constitución de 1978, por grave lapsus de los constituyentes, entre ellos el gallego Fraga, dejaría caer el grano de la futura discordia en un único riego. Primero, discriminando la lengua de todos los españoles como siendo castellana y no española. Segundo, admitiendo que cualquier otra lengua sería lengua propia en cualquier lugar de España, incluyendo Gibraltar. Estaba declarada, con fuero constitucional, la gran apología  a la Torre de Babel, para escarnio del buen vivir entre  promotores de la construcción gallega.

 En treinta años corre mucha agua por las corredoiras gallegas. Aguas que traen nutrientes de los montes y montañas; aguas que hacen crecer el fruto en los valles; aguas que llevan nutrientes al mar y en el mar se disuelven para hablar un idioma muy salado.

 Así es Galicia. Al nacer hablamos con el esfuerzo de quien quiere respirar. En la infancia es la voz de la madre que despierta ansiedad por la necesidad de vivir en paz y armonía familiar. En la edad productiva son los intereses de la producción los regentes de nuestra lengua a quien deberemos dar cuerda por necesidad de un deber natural y no por la imposición de una consigna arbitraria. En la mayor edad no hay vuelta atrás, comemos lo que plantamos, si plantamos. En el ocaso de nuestra suerte pasamos a depender de quien criamos, y la historia nos muestra en este tema muchas historias mal resueltas, pues en la lid de la lengua a cada victoria sucede una derrota.

 Así pues, setenta monos bien sentados en la mesa del congreso para dialogar sobre política lingüística con el firme deseo de sembrar el bien para todos los gallegos y no apenas para una parte, aunque esta parte sea formalmente mayoritaria.

 Compleja es y difícil será la misión de Anxo Lorenzo en promover el pleno empleo del genitivo absoluto en Polilingua. Contra sí, y de momento, ya tiene el acusativo de fraude en la bililengua de Gloria Lago


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