Difícil será no perder los dedos. Los anillos se fraguan en casquetes y corazas para dar protección a los altos cargos. El resto será un cuento que nos cuentan como choque terapéutico al desempleo comunal.
Malo, muy malo para el futuro del PP y de Galicia. 99.1 % es un número altamente significativo en la naturaleza de las cosas. Estadísticamente corresponde a la verdad absoluta, a un principio de inquestionabilidad y ninguna discusión sobre el resultado. Algo propio de los talibanes, del fallecido Saddam, de nuestro querido Castro en los buenos tiempos de Sierra Maestra. Significa la visión divina que concentra el todo en una única persona, mucho más allá de la trinidad mitológica que repartía la seguridad de la nación en tres personas, atribuyendo a cada una de ellas la preferencia de un simple 33,33 % del rebaño tripartito.
Al XIV Congreso no se presentó ningún demonio reivindicando igualdad de derechos democráticos con interés cara al futuro de un competente relevo. Diecisiete querubines dejaron marcadas sus huellas blancas, y un único abstencioso, en un colectivo de 1977 tribunos, dejó trasparecer su inconformidad con la verdad absoluta.
Coheso con la única verdad dentro del remolino partidario, el ungido se permite ser el ejemplo de la buena crítica, pregando batalla continuada a la autocomplacencia, posicionándose de pecho abierto a las investidas tormentosas de los próximos tres años como un soldado, y poco más, en las batallas que habrá de sustentar con una oposición de pares gallegos; oposición a quien revela el camino de un proyecto mejor que el que va gestionar su gobierno.
La gran verdad, no reflejada en la disputa monopolista del XIV congreso, es que el ungido es uno, y nada más que uno, en un colectivo más grande que el representado, sin mucho rigor en la obediencia a principios de democracia e igualdad de derechos constitucionales.
A los militantes y simpatizantes siempre toca el esfuerzo de alguna cosa y no se les debe dar tregua en sus posibles reivindicaciones. Nos piden para empuñar el ariete y blandirlo contra quien nos haga oposición en el frente de batalla. La guerra no ha terminado. Apenas una victoria al que deberán seguir otras y otras, iluminadas todas ellas por el espíritu de don Manuel, posado sobre la cabeza de los cien mil soldados de la tropa popular.
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