Gestión del terror
Esa noticia de France Telecom, vehiculada ayer por la Voz de Galicia, hiere la relativa calma de mi estado contemplativo al traerme imágenes dramáticas de una experiencia vivenciada no hace muchos años - aunque para los que no habían nacido en aquellos tiempos (1980’s) se les figure una eternidad.
El estilo del módulo es el mismo. Se repite sin grandes variaciones en la ingeniosidad del arte que las motiva: gestión del desempleo masivo para mejorar la rentabilidad de un grupo de accionistas cuya cara no espeja alma, pero refleja la corriente que riega las arterias de esta impresionante constelación venosa, impulsada por máquina electrónica que se alimenta de la desgracia humana para producir moneda, y posee suficiente estupidez para provocar devaluación progresiva de su capital dinero, alimentándose por el ansia de ver crecer el numerario que sostiene su fe, hasta la hora de la muerte que al fin llega, amén.
En tiempos de crisis todas las partes que de ellas dependen continuarán a querer hacer lo que hacían antes de la crisis. El dueño del dinero querrá ganar más intereses, otra cosa no sabe hacer; el empresario querrá extraer más lucro de su empresa, otra cosa no sabe hacer; el trabajador correrá alucinado por los burgos en busca de trabajo, otra cosa no sabe hacer; el gobierno hará lo que quiera hacer, aunque hacer nada sepa.
Es difícil explicar tanto suicidio en una empresa, aunque esa empresa sea del tamaño de la Telecom (cien mil empleados y ciento ochenta millones de clientes). Más difícil todavía es creer que la causa esté en un programa de rotación interna entre trabajadores. Nadie se mataría por el gusto de experimentar nuevas plazas de trabajo y sentir la alegría de ver aumentado el dominio de su conocimiento.
Lo más normal, y con bastante experiencia por parte del empresariado, y de un modo general por todos que poseen mucho dinero y quieren tener mucho más, es apelar al lado insano de la crisis utilizando técnicas de fritura. Por esta técnica se consigue elevar la temperatura de las malas expectativas. El ansia provocada por la incerteza del mañana consigue fundir la moral y abre puertas para que se establezca dominio de un ánimo frustrado. Dos son las salidas de semejante estado: la apatía y la convulsión violenta.
La ética empresarial, sin comprometer a ningún dirigente por el nombre, deja escapar una supuesta intención de reducir la plantilla en algunas decenas o algunos millares de trabajadores. El efecto sublimado por la corriente que alcanza todos los empleados hace surgir inicialmente cierta voluntad competitiva y ánimo de mostrar al jefe competencia comparativa, insinuando que el otro es incompetente y es siempre el otro quien merece ser incluido en la lista de demitidos.
Cuando la temperatura de la fritura está bien alta, un programa de demisión voluntaria solicita candidatos, sin publicar quien es o puede ser voluntario. La empresa inteligente se reserva el derecho de no incluir en el paquete de premiación a todos que ella considere, por cualquier razón de su interés, ser útil a la empresa concurrente. ¿Como puede explicarse la demisión voluntaria de 1500 funcionarios de Air France cuando no hay demanda para este funcionario en cualquier parte del mundo? ¿Como puede explicarse la demisión de técnicos funcionarios de empresas tan tecnológicamente desarrolladas como las del sector automovilístico?
Decididamente concluyo mi pensamiento sobre gestión del terror con el aserto de que el empleo no es vocación de ningún empresario con juicio empresarial bien posicionado. En oposición, afirmo que el desempleo es consecuencia natural de la capacidad creadora y competitiva del empleado en todos los niveles, asociado a la ganancia desmesurada del colector de capitales.
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