jueves, 3 de febrero de 2011

COMPUNGIDO

Es muy difícil, pero que muy extremadamente difícil creer que una autoridad pública pueda cometer uno  o algunos deslices, de esos que se atribuyen intempestivamente a una autoridad pública. No, no entra en la cabeza de ningún paisano de cualquiera de mis aldeas. Como jamás entraba en mi cabeza cuando yo era niño. Alguna cosa traba nuestras conciencias cuando imperioso es hacer un examen de las causas del por qué el agua hace ruido cuando burbuja en la cazuela. ¿Será porque hace frio? Tal vez. La nieve, cuando en estampido se lanza desde la cumbre de una montaña al valle, provoca un ruido infernal. Luego, la nieve, que parecía tan pura y angelical, higiénica y sabrosa, conservacionista, espejo de la blancura total, translúcida y honesta en pequeño tamaño, es causa probable del glu, glu, glu que emana del pote.

Algunos expertos en los estados del agua atribuyen los ruidos que emite una cazuela con agua hirviente a la explosión incontinente del aire que se junta dentro de una burbuja, que se forma para evitar que la llama de la luz que sale del fuego delate su presencia al perambular tranquilamente en el seno del líquido. Tal vez. Pero también es sabido que el gasoil explota en el interior de un recito cuando lo someten a una presión elevada y, sin embargo, a nuestro alrededor circulan automóviles sin que despierten en nuestra conciencia cualquier interés por las causas de tanto ruido. El subconsciente, en su automatismo inercial, nos informa que el ruido que sale del motor tan ingeniosamente construido es o capricho de dios o locura do demo.

¡Locura do demo! He ahí locución infernal para distinguir un hecho de cohecho, prevaricación, tráfico de influencia y falsificación de documentos. 

Por la banda de Mazaricos, en tiempos no muy lejanos, se practicaba el exorcismo. Lo sé porque en mi casa todos los domingos y días santos se reunían fieles de todas las parroquias para compartir, a precio de coste de reposición sudorípara, el pan consagrado por las manos de mis padres - y también las propias mías, como voluntario y laborioso monaguillo en el arte de los beker. El exorcismo llegó hasta nosotros por el arte de monjes que lo ejercieron en las montañas, donde Arcos tiene una linda iglesia. Allí, en el riguroso frio de invierno, para alejar los demos que entraban en el cuerpo, se recorría al esconjuro  de los fieles enfermos. Hoy, en acto solemne, el hombre jura fidelidad a los principios sanos que rigen la gobernanza del pueblo que, por cualquier razón del régimen electoral, debe confiar en el regidor.

Quien diga una palabra con sentido verdadero que traiga esa palabra al palco de la canción. Si fue una jura o simple conjura, la gente esconjura  para parar de sufrir. Diablo de vigario, urubú en el campanario, solo habla de pecado en el sermón. Alarido de nueces con sonido de vidrio en canción de orquesta, rayada y astillada en el correo de la voz. Quien hable una palabra con aire de misterio, en el juego del sufragio universal se hará rey.

Hoy he visto muchas caras compungidas. Caras que saben la verdad. Si la cara es el espejo del alma, esas caras nunca dirán nada, pues el alma, aunque digan lo contrario, no tiene boca para hablar.

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