Una persona, con vocación orientada hacia la corrupción, será corrupto en la primera oportunidad que las circunstancias le sea propicias. Después de una primera victoria, otras le seguirán y, por el suceso, el corrupto acaba creando escuela.
Algunos sistemas políticos, a pesar de la abundancia de controles, se muestran extremamente eficaces en el aprovechamiento de voluntades corruptibles. Cee es un ejemplo que ahora transborda como un caso judicial, con repercusión en toda la península ibérica y también fuera de ella.
La democracia es bonita y ella nos permite, si suspiramos con ganas de resolver problemas que nos acometen todos los días, buscar solución a muchos desvíos que en una pequeña comunidad son presentidos y observados en un paseo por la rotonda, en el murmullo sigiloso después de una misa; en la lengua un poco pesada por algunas tazas de vino pero absolutamente libre y delatora de cuentos que no se cuentan a la luz del día y sabemos que son realidad atrás de los bastidores.
Cee en el año 2003 transpiraba corrupción por todos los poros, una corrupción que a mi, ingenuamente, parecía absolutamente desnecesaria y, más que eso, una deslealtad de unos pocos paisanos contra la gran mayoría de sus vecinos. Tal es la influencia del poder público y lo mucho que se puede perjudicar desde ese poder.
Era fácil observar conexión de personas en posición de autoridad con representantes de alguna entidad o con algún empresario de relativa influencia. Nada de anormal yo extraía ingenuamente de las primeras impresiones. En una democracia todos tenemos problemas y los representantes de entidades y empresarios también sufren de este mal. Ejercen, por tal razón, el legítimo derecho de recorrer al concello para buscar ayuda, el mismo derecho que en tesis tiene un humilde obrero desempleado.
El desvío que aleja el detentor de autoridad pública de sus deberes legales surge en una encrucijada cuando se ponen de manifiesto todos los valores morales y la calidad económico financiero en su expectativa futura de vida. Una opción de esta encrucijada muestra que teniendo influencia puede obtenerse dinero poniéndola a venta.
El tráfico de influencia consiste en solicitar, cobrar u obtener, para sí o para otro, ventaja o promesa de ventaja a pretexto de influir en acto practicado por funcionario público en el ejercicio de su función.
Cohecho, o soborno, es una de las formas de corrupción por la cual se promete, se ofrece o se paga a una autoridad pública cualquier cantidad de dinero o cualquier otro tipo de favor para que la autoridad aborde con negligencia sus deberes profesionales.
Prevaricación caracteriza un delito de resolución por autoridad pública a sabiendas que dicha resolución es ilegal.
Cuando en un saco de patatas sentimos el mal olor de una patata podrida, presumimos que el saco entero está podre. Sin embargo, por el actual sistema de elección democrática, en mayo de este año, el mismo saco, como un irremediable mal del sistema, nos será ofertado sin que nos quepa cualquier libertad en la selección de una patata sana.
EL BUEN SISTEMA
No hay comentarios:
Publicar un comentario