domingo, 22 de enero de 2012

DILEMA DE LA POBREZA


Disyuntiva propuesta
En los países ricos cuentan que en los países del tercer mundo uno está en situación de pobreza cuando su sueldo, para el que lo tiene, no consigue pagar sus necesidades más elementares, incluyendo la cesta de alimentos indispensables a la exigencia del cuerpo en cuanto ser vivo. Eso es lo que se dice y se cuenta en los países del primer mundo. Y todos vivimos contentos y felices porque en los países ricos no existen personas pobres; bueno, alguna sí la hay y en ella lo que mas destaca es la pobreza de espíritu en medio a una lujuria desbordante, pero el espíritu no se cotiza en bolsa y, por tal concepto, el espíritu no se utiliza como medio de referencia en la clasificación interna que hace que el primer mundo sea el mejor de los mundos.

Y aquí se asienta lo que hasta el 2008 era problema nacional de Perceebes, (luego Perceebes, país de catolicidad universal): a estas alturas, la zafra del pos guerra batimos las puertas del cielo pidiendo permisión para ingreso en el mundo celestial. Solicitamos dar registro, en las cuentas del señor, a los baúles llenos de euros, pero el guardia Pedro se interpone en el camino con señal clara de que no nos va dejar pasar. Y de hecho no pasamos, nos amontonamos en el umbral como ganado de un enorme corral que observa como le pasa el tiempo absorto por el peso de los baúles y, al ultrapasar los cánones de la seguridad, nos transformamos  en peso incómodo para la zafra que viene a seguir.

Mateos se soma al portal y cuchichea a Pedro – Esto es conmigo, yo resuelvo el problema de esos ricos migrantes – y, dirigiéndose a la chusma de ricos que se acumulaba en los portones del cielo, exclama (5,3):

 -Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Un señor, de pelo plateado, pescuezo y dedos anillados con cuerdas de oro, voz firme y bien empastada, el más rico entre todos los ricos, reclama,

-Mi buen amigo y portero celestial, ¿no habéis reparado que ninguno de nosotros aquí es pobre?
Lo de portero celestial lo decía con aquel aire de superioridad, típica de la vanidad de quien es rico y está acostumbrado al manso servicio de los pobres. No obstante, Mateos (5,4), con aquel su aire de discípulo humilde, fiel a su señor, mirando a todos sin ver a nadie, continuó exclamando,

-Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra.

Perplejos, todos los ricos se miran. No conocían en sus relaciones de ricos la palabra manso. Algunos la habían oído de la boca de algún antepasado,  propietario de masías en el antiguo reino de Aragón, pero no la relacionaban con sus necesidades inmediatas de ingresar en el reino de los divinos para la comunidad de Perceebes. Tenían prisa y, por aquello de que el tiempo es oro, querían entrar antes que el cuerpo empezase a delatar, con el humor de su mal olor, el origen mundano.

Un rico muy encolerizado y perdiendo el estribillo gritó,

-¡Tirad ese cerbero de los portones! ¡Avancemos la roja señal! Las leyes son nuestras y en nuestra propiedad ordenamos la legalidad y con ella tenemos el poder de vulnerar las razones que por meritosa justicia impiden al pobre entrar en los salones de la eternidad.

Delante de esta amenaza, Pedro se puso blanco de terror e hizo señales a Mateos para levantar las trabas de los gigantes portones.  Mateos había cerrado sus ojos y taponado los oídos. Con su lengua bien afilada prosiguió (5,5),

-Bienaventurados  los que lloran, porque ellos serán consolados…(5,6) Bienaveturados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados…(5,7) Bienaventurado los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia…

Una voz barítona con potencia de tenor retumba entre todos los señores del sinedrio. Interrumpía el rosario de la bienaventuranza extraña de aquel monótono santo apóstata, renegado del mundo corrupto, muy atrevido, según algunos, en alabanzas a los pobres en el paraíso de los ricos.

La tensión parecía extravasar los límites de la razón cuando otro santo intervino en la disputa, esclareciendo:

-Bienaventurados son los pobres, pero vuestro es el reino de los cielos. Entrad y tomad asiento en los sillones a la diestra. Los banquillos de la siniestra están reservados a los pobres de la santa humanidad, los reservamos para que ustedes los juzguen en conformidad con los pecados que ellos cometieron y han servido para desviarlos de la hermandad de los ricos.

La reyerta entre los antiguos residentes del cielo y los nuevos inmigrantes, que en su pretendida condición de hombres ricos del primer mundo amenazaban ocupar los mejores puestos en el desconocido mundo de las tinieblas, entraba en clima de tregua temporaria.


Lo absoluto y relativo
Pretendo aprovechar esa pausa forzada para hablar de mi amigo y nobel premio de 1974, Gunnar Myrdal, quien, como todos sabemos, repartió laureles y ortigas del noble galardón con el sabio economista Friedrick Hayek , ambos galardonados por el enfoque metodológico concentrado en la interdependencia de los fenómenos sociales e institucionales.

La pobreza es una bienaventuranza muy compleja y, por consiguiente, no existe definición capaz de unir intereses que se opongan a las raíces que la sostienen y dan sustento. Por mucho tiempo la pobreza fue considerada un premio a la presencia de desequilibrios y a una mala gestión del pobre en el uso de los recursos económicos. Antes era pobre aquel que no quería mojar los pies bajando al lodo de la ría y extraer con sus uñas el rico bivalvo de la ribera. Era pobre aquel que tenía alergia al sacho y negaba cualquier esfuerzo para retirar del campo la cosecha de berzas. Eran tiempos en los que no había pobres de espíritu, pues todos íbamos a misa, donde, por una humilde confesión, el cura muy amigo te regalaba una ostia que mandaba engullir sin pasar por el diente. Sin duda fueron tiempos muy felices en el que reinaba la máxima igualdad entre el cura, el capitán de la guardia civil y el alcalde del pueblo. Fueron tiempos en que el tiempo gastaba todo el tiempo que le daba la gana para verlo pasar.

Pero como en esta vida nada es eterno, el tiempo se fue vistiendo de viejo, le atacó la gota y el cura que también no era nuevo, pero vestía ropa de santo viejo, quiso castigarlo por no ponerse de rodillas a su mando en el altar.

Al paso del viento, el tiempo finalmente cambió, y con el cambio floreció la primavera mostrando la diversidad de los colores y olores que ahora podíamos sentirlos por el tato del dinero. Pasamos a vislumbrar una nueva línea en el horizonte. Era una línea de fuego que separaba el estado del bienestar del malestar de la pobreza.  En la sociedad del primer mundo todo era clasificable y la pobreza la partieron en dos clases, la absoluta y la relativa.


Precio de la pobreza
A precios de 1985, se determinó que pobre absoluto era aquel que para vivir necesitaba la levedad de dos dólares persona/día. En el mes que tiene 28 días el pobre podía ahorrar dos días y comerlos después en los meses de 31 días. Era un reparto medio muy ecuánime; derivaba de la igualdad democrática entre los doce meses del año, 30 días y una pequeña comisión 0,416… a título de buena administración por el esfuerzo  de los comisionados. 

Por el concepto relativo, pobre es aquel que ingresa algo por debajo de los cincuenta por ciento del PIB; esto es, en el caso de España, algo ligeramente debajo de los 35 euros por persona/día.
El concepto relativo presenta muchos inconvenientes por el hecho de que para salir de la pobreza los trabajadores de la región pobre reivindican su posición no a medio camino de la media y sí en la media entera, y si posible, superando en grandeza la media entera, lo que irremediablemente rebaja el poder de los ricos.


Paridad entre los medios
Los economistas no tardaron en idealizar un ppp salvador de la moral del pobre en los países del mundo rico. La paridad entre dos monedas diferentes depende de la disponibilidad de bienes, de la respectiva demanda y de una infinidad de otros factores muy difíciles de determinar. Con nombre en ingles la técnica económica adquiere mucho más respecto y pasamos a conocerla como Purchasing Power Parity (PPP). Para aumentar la confianza en esta técnica recurrimos al auxilio de las ciencias matemáticas y la explicamos de esta forma:
Tc=P1 /P3
Donde Tc representa la tasa de cambio entre dos monedas, P1 y P3 son los precios de un determinado bien en la moneda de su respectivo mercado. Así, por el embrujo de la figuración matemática, si en el mundo primero el sueldo mínimo de un obrero viene expreso en, digamos, 600 euros y en el mundo tercero legalizan el mínimo con, digamos, 700 reales, la tasa de cambio entre esas dos monedas (euro y real) sería la unidad perfecta. Paridad perfecta por demás y justamente bien abalada en los principios de política económica descrito por David Ricardo, ‘el valor de una mercancía (en este caso capital humano) depende de la cantidad relativa de trabajo necesario para su producción, y no de la mayor o menor remuneración que se paga por ese trabajo’.

 En el mundo globalizado ya no existe nada que justifique grandes diferencias en las labores que requieren trabajo humano. Es verdad que el músculo de una máquina consigue retirar de la tierra infinitamente más riqueza que el músculo de una unidad de capital humano. Pero necesario se hace entender que esa máquina concentra en sus venas el sudor y la sangre de una enorme legión de trabajadores de todas las clases, en su gran mayoría ya desaparecidos. Luego, el fruto de tanto esfuerzo cabría a ellos o, en su defecto, a todos que son su herederos, hoy llamados pobres por la usurpación de los que se consideran diferenciadamente ricos.


Fuerza causal
Es deber de la ciencia económica observar y describir, analizar y explicar la relación causal entre hechos económicos. El principal objetivo es alcanzar suficiente conocimiento de lo que ocurre en determinado momento y ordenarlo, con auxilio del método, en algo útil, de modo a alcanzar capacidad de prevenir, en la medida de lo posible, acontecimientos futuros y hacer que ellos se ajusten racionalmente a nuestros deseos.
La política, enmarcada por la posibilidad empírica de lo que pueda hacerse real, recurre con frecuencia al arte de la ciencia económica para mostrar su deseo.  Diferente de la política, la economía juega siempre en campo neutro. A semejanza de la economía, la política se apoya en supuestos hipotéticos y abstractos para dar razón a su base de necesidades. La ciencia económica observa la vida social y analiza lo que de ella pueda ocurrir; el arte político concluye con juicios de valor para mostrar su interés por aquello que cree que deberá ser. El ideal de los modelos existe, la realidad de eses modelos jamás se concretiza en la vida social, aún bajo el imperio de actos normativos, que, en su representación, acaban provocando un raciocinio circular para preservación causal de la pobreza.

 
Satisfacción sin sacrificio
Myrdal, por su esfuerzo en busca de las causas que dan origen al malestar de la pobreza, acabó descubriendo luces en la espiral circular que la motiva.

El utilitarismo no considera la conducta humana como algo consecuencia de mala o buena fe, pero sí como algo dependiente de buenos o malos resultados, todos ellos siempre considerados desde el punto de vista de algún interés particular.

Cualquier debate sobre el derecho natural es un mero despropósito y así lo recoge Myrdal al caminar por el fondo del escenario ideológico. Escribe que Benthan había atacado las declaraciones de independencia de 1976 y la declaración de los derechos del hombre de 1789 porque las consideraba especulaciones metafísicas encuadradas en alguna de sus tres probables categorías: ininteligibles, falsas y una mezcla de ambas. La ficción se alimenta de la abstracción pública por medio de normas, obligaciones y deberes de derecho para vestir hábitos de legalidad. Estos hábitos, metáforas simples al arbitrio de la jurisprudencia, cuando observado su incumplimiento caen bajo el imperio del dolor que les imponen desde la cumbre del poder. El estado de la naturaleza, dice Benthan, pone la humanidad bajo el dominio de dos señores, uno se llama Placer y el otro lo conocemos por el nombre de Dolor.  Idea que resta fuerza al pensamiento liberal de Cuesnay, por la cual el comportamiento humano se guía por el sentido que le asegure la máxima satisfacción con el menor sacrificio.


Auto de la compadecida
Fuimos pródigos en la corrida hacia el estado del bienestar y nos olvidamos, dentro del concepto utilitarista del máximo placer, de la llegada del momento del relevo. La generación que no había nacido un día acaba brotando en escenario con mucha disposición para teatralizar su particular comedia cuando, infelizmente, se ve obligada a representar el difícil auto de la compadecida

La población, cuando ultrapasa la línea que demanda la oferta de su trabajo, sufre en su estado marginal los efectos del malestar sin que al principio provoque contrariedad en la pena de sus vecinos. Impera la felicidad de la mayoría, que no se importa con la pequeña cantidad excluida de los placeres del bienestar, no obstante haga consideraciones que valoran la compasión, la generosidad, la justicia, la abnegación, todas virtudes compatibles con los intereses de la clase en estado bienestar. 


Valor
Hasta alcanzar las puertas del iluminismo la humanidad tuvo que recorrer un largo camino. Camino que todos transitaran pero pocos sabían hablar del significado del valor. Confundían valor con ánimo de enfrentar el peligro o se atribuía valor a quien moría por una causa que se oponía a otra sin que ninguna de las dos fuese causa suya. Llegaron a medir el valor con pipetas que recogían sudor de un trabajador; sindicalizaciones masivas perfeccionaban el valor con uso de probetas de elevada precisión. El valor se transformaba en juicio capaz de expresar un gran sacrificio, hasta que llegó el Adam de la ciencia económica para hacer distinción entre un supuesto valor de uso y otro de cambio. El valor de uso es el que se muestra en la parte visible de un iceberg. Entre aguas se depositaba el valor de cambio que a deriva del tiempo fue siendo explicado con teorías de coste. La idea del coste real de un producto se retiraba del trabajo humano necesario para producirlo. La unidad básica del coste real era la del esfuerzo humano dedicado a labores de transformación, esas labores transformaban algo considerado sin valor o con poco valor para algo que representaba utilidad para algún interesado.

Myrdal hace crítica al valor formulado por la economía clásica que defendía el precio natural como consecuencia de la suma trabajo, renta y lucro, habido en un bien puesto a venta. El valor considerado por alguna unidad invariable de valor absoluto no existe, afirmaba. Buscar esa unidad invariable es lo mismo que correr atrás del perpetuum mobile o determinar la cuadratura del círculo sin ningún residuo. (Ver pag. 66) Consideraba el premio nobel que el hombre vulgar se convence fácilmente de toda especie de cosas que son absolutamente falsas (123), argumentaba que, en cierto sentido, las ciencias, sobretodo la filosofía, se agotan en lucha para derrotar falsos conceptos escogidos cariñosamente por el buen sentido.


Ahorro
Contra los medios limitados para satisfacer nuestras necesidades la economía insiste en hacernos pensar que somos insaciables en el consumo de esos medios. El ahorro nació con intención de moderar tan voraz apetito. Aprendí la razón del ahorro cuando vi como se guardaba la cosecha de maíz en un  hórreo en la plaza de los castiñeiros, a unos 50 metros de mi hogar. Aquel cabazo, con pies cilíndricos ensimismados con ruedas por sombrero, guardaba cierta cantidad de espigas de maíz y algunos ratones, que se escondieron de mi cuando a muy tierna edad conseguí penetrar en su interior y satisfacer la natural curiosidad por ver lo que allí había. Pienso que no es nada científico hacer ilaciones o establecer conclusión por un detalle real registrado en la memoria infantil, pero en aquel momento sentí que el valor real de las cosas estaba en el poder de conseguirlas justamente en el acto que su consumo se hacia necesario. En esto, los ratones mostraban inteligencia que superaba el ardid de una gran rueda que los hacían andar de patas para arriba en su natural deseo de alimentarse. Eran tiempos difíciles en el que los ahorros eran embargados para sostener los cuerpos de seguridad nacional, representados por tropas del ejército, guardia civil y carabineros, en la defensa de la costa. Evidentemente, sin motivación los hórreos perdieron función de ahorro y nunca volví ver nadie que allí hiciese cualquier depósito. Por aquellos días en que en toda Europa las personas se jugaban la vida corriendo de las bombas que eran arrojadas desde el cielo, el valor de un bien en nuestra empobrecida región se media por la economía del escambo. Uno tenía patatas, otro maíz y un tercero llegaba del mar cargado de sardinas. El cambio se procedía con cada persona cogiendo lo que a ella faltaba y a la otra  sobraba, difícilmente había residuos y la población de ratones cayó a un nivel previsto en la teoría de Malthus.


Causación circular
El proceso de causa circular para justificar la pobreza, idealizado por Myrdal, explica mucha historia de lo que ha pasado en la costa del extremo finisterre. Por ejemplo, el abandono de la cultura de los hórreos, la fábrica de salazón, ascensión y quiebra de la SICAR, casa cultural en ritmo de lesma, polígono industrial sin cualquier industria, intoxicación de la ría con residuos metálicos de la industria contaminadora, corrupción por activa y pasiva y un largo rosario de lo que ya no se confiesa en el confesionario de la iglesia parroquial.

 Los efectos inmediatos en la quiebra de un ritmo mal planeado es el desempleo, con la consecuente reducción de ingresos  y demanda en el mercado local. El paro, por su vez, activa la caída de ingresos y baja la demanda de viernes producidos en la vecindad regional, para, a partir de este momento, configurarse un proceso de causa circular del fatídico ciclo vicioso de la pobreza. Sin auxilio externo, la región pierde atractivo y provoca la emigración de jóvenes, que salen en busca de mejores oportunidades, provocando reducción en el potencial de trabajo y acelerado desinterés por el futuro local. Y todo esto generalmente ocurre en paralelo  con los aumentos de impuestos, que se editan con la pretensión de frenar la caída cuando en la realidad acaban aumentado la velocidad del desgarre.

Subir en la vida es siempre acto dificil, requiere concentración de los motores para alcanzar la máxima potencia que permita el despliegue. Una vez en el aire, el piloto debe preocuparse con las posibles turbulencias. En las alturas todo parece monótono y en el silencio de un vuelo perfecto todos quieren dormir. En la bajada dicen que todo santo ayuda, pero eso no debe ser verdad porque las azafatas nos piden para apretar los cintos. Y no basta apretar los cintos para saber que estamos adelgazando;  en el mundo de los ricos hay muchos indicadores que nos cuentan lo que está pasando. Nos hablan de los rasgos significativos que, según las buenas lenguas, vienen ocurriendo desde el año 2008, pero que a mí, por afinidad del capricho transcendental, ya contaran en mis andanzas por las nubes de España durante los años 2002 y 2003. El cambio demográfico se hacia visible, la globalización y los avances tecnológicos estaban presentes en todas las unidades de la Desunión. Alquileres de las viviendas, en la cumbre; precios de los inmuebles, en las nubes; muchos pisos vacios y casas abandonadas alimentaban la polilla. Había lupandas a diestro y siniestro, bebíamos mucho, comíamos bastante y fumaban más. Eran puros habanos para recordarnos como eran pobres los cubanos y dictador el venezolano Chaves. Afganistán, con su libertad duradera, daba trabajo a un numeroso contingente de fuerzas militares con misiones civiles y humanitarias  (2001) Tuvimos la suerte de ganar la guerra del perejil (2002) sin gastar una bala. El prestige (2002) fue realidad que llegó para avisarnos, pero no entendíamos su voz negra burbujeando en el océano.  Nuestra opulencia fue mala consejera y en las Azores (2003) convocamos Blair y Busch para promover la destrucción masiva de Irak; había la pretensión oculta de reconstruirla bajo el dominio de la tecnología del ladrillo. La población de España, en los diez años que siguieron el año de 1998, aumentó en 6,3 millones, con la también oculta misión de verla parada en el 2014 cuando se acaba el subsidio europeo por el cuento de la convergencia.

No faltan avisos de nuestras meigas contándonos lo que está por venir. Más desempleo a tortas e direitas; sueldos congelados aumentarán los indicies de gripe; las pensiones estan en riesgo; la sanidad pública se ve truncada para beneficio de la privada; el abandono escolar ya se hace preocupante; el desarrollo urbano de la costa no se sostiene. Contaminantes y residuos campean a su libre arbitrio; la morosidad de los hogares está en crecimiento; hay mucho gasto en farmacia y muy poco en prevención.

Se acaba la bonanza económica con el cese de la Europa Social en el año 2014. Parece que no nos enteramos y seguimos promoviendo fiestas a destajo en nombre de la austeridad que nos contempla. Estamos en el ojo del huracán que avanza con toda la fuerza que suele tener para arrojarnos en el hoyo de la pobreza. Y nos arruinará si nos conformamos con la memoria de haberla experimentado de la mano de la señora Deuda, que vino, nos vio y ahora quiere salir tirandonos la paz.

Uno no puede dejar de impresionarse por lo que ha escrito el sueco Gunnar Mirdal. Los argumentos expuestos en la edición brasileña de 1972, Aspectos Políticos da Teoria Económica, me impresionaron en aquel año en el que yo era aprendiz de economía. Cuarenta años después, pobre y jubilado, me impresionan mucho más. A esta altura de la vida ya no puedo atenerme a ningún principio de compensación, porque, aun viendo como crece la riqueza de esta nación, el gobierno muy apegado al principio de causación circular de la pobreza del tercer mundo insiste en rebajar con subterfugios inflacionarios el poder de mi pensión.





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