domingo, 8 de enero de 2012

VALOR DEL RIESGO


Riesgo.
Debemos explicar la verdad como la vemos, pero nunca debemos evitar mirar más  allá de esa verdad y ver como ella se comporta, pues la experiencia nos enseña como son imperfectas muchas verdades del pasado.

El lucro de pocos tiene en su contrapartida el prejuicio de muchos. Eso lo sabe el general cuando decide ganar una singular guerra. En un mundo en permanente riesgo pretendemos cubrir la incerteza con un manto seguro y nos olvidamos de los riesgos que esconde el manto.

Los modelos económicos se apoyan en infinitas abstracciones para destacar una incerteza y elevarla al pódium de dependiente perfecto de una variable autónoma con sus probabilidades establecidas a priori.

Buscando dar personalidad propia al lucro y justificar su existencia, John R. Hicks, premio nobel 1972 junto con Kenneth J. Arrow, distingue dos partes en las cuales se integran todos los elementos que componen el precio de un producto. En un lado están los elementos remunerados (salarios, alquileres, intereses, impuestos, etc.), todos determinados contractualmente antes del resultado de la producción. En el otro lado, dependiendo del suceso de la empresa, aparece el lucro. Ninguno de los dos está exento de riesgos. No obstante, el segundo lado está compuesto por un residuo de la producción que puede ser positivo (lucro) o negativo (prejuicio). A este residuo se llega solamente después que todos los pagamentos contractuales hayan sido efectuados.

Hicks consigue agradar el ente capitalista recurriendo, como lo hacen todos los economistas, a la abstracción de algunas ideas para dar cuerpo de verdad al concepto lucro. Al dividir la empresa en dos partes,  retira importancia estratégica al salario y demás componentes amparados por la seguridad de un contrato, y se la ofrece en bandeja de plata al capitalista, quien, en la mejor hipótesis, deberá contentarse con un residuo.

No cabe cualquier duda que toda empresa tiene en la línea del horizonte un enorme foso donde se alberga el riesgo. No resta duda también que los empleados participan de esa duda sobre el riesgo, que con el tiempo se transforma para ellos en certeza de prejuicio cuando los elementos de poder se inclinan por la manutención del lucro, incluso aumentándolo bajo el nombre poco flexible de austeridad.

Por otro lado, el lucro tiene nombre propio y dirección segura, a la que puede llegar por el lado de una excelente nómina, otorgada por la empresa a un gestor ‘empleado’ para minimizar intencionalmente el lucro y ampliar el riesgo contractual por la eminencia de un residuo perjudicial a una enorme masa de accionistas minoritarios, todos olvidados en el reparto de la buena empanada cuando la empresa goza de éxito, o llamados a contribuir con su desgracia familiar cuando por obra de una mala gestión del capital aplicado la empresa se muestra en quiebra contable.

Agente compensador
Todos los bienes económicos se interrelacionan en el interés de los consumidores. Esto implica en la necesidad de un esfuerzo enorme cuando deseamos conocer el precio justo (de equilibrio) de una determinada mercancía. El esfuerzo se complica cuando se sabe que también el esfuerzo interfiere en la solución que objetivamos encontrar. Y todo que complica acaba aumentando el riesgo de un mal resultado.
El riesgo es consecuencia de lo que se opone a alguna certeza que se pueda avalar con cálculos de probabilidad  arrancados de la teoría estadística. La incerteza en su estado original no se puede medir, se manifiesta por ocurrencias repentinas al sabor de lo imponderable.

Una situación de certeza relativa aparece después que todos los factores de producción, incluyendo la remuneración exagerada de algunos altos cargos (ejemplos en el sector financiero y en la política).
El residuo de toda esa compleja operación productiva aparece al final de un periodo en la forma de un saldo en la balanza que la pesa. Siendo superavitaria, el destino lógico puede seguir el camino del hoyo para producción de más capital. Siendo deficitaria, se apelará a los empleados y socios minoritarios a que compensen la ausencia de lucros con los ahorros de su trabajo. Si el apelo no estimula las contribuciones voluntarias, el palo corto y mano larga del Estado hará su papel de agente compensador.

Seguro
Definiendo el lucro como el valor que se arranca de la clase que lo produce (más valía de Marx o residuo sacado de las incertezas de Hicks), parece prudente desarrollar esfuerzo adecuado para minorar lo impredecible de esa incerteza y eliminar los riesgos inherentes a un emprendimiento específico.
Lo efectos de un veneno se atajan aplicando dosis del mismo veneno, al que llamamos antídoto. Así los seguros aparecieron como respuesta al miedo de acabar envenenados por el residuo de un resultado deficitario.

Dicen que el seguro muere viejo. Muy prudente es el saber popular que admite por bien seguro  que no existe nada que pueda anular el riesgo de un activo o pasivo financiero sacado al viento de los residuos empresariales. Pero, ahí llegan los ingleses y, por aquello de que es para ingles ver, nos hacen sentir el frio de la cobertura que ellos llaman hedge y nosotros pensamos que sirve para cubrir el cuerpo cuando a la empresa falta calor.

Por su capacidad de tapadillo, esa cobertura (hedge) sirve para comprar y vender activos financieros cuyo riesgo se pretende encubrir. La cobertura es un manto contable que da la impresión al comprador de que está adquiriendo un derecho futuro de tener un ingreso y no sabe en que futuro brotará su liquidez.

Los activos financieros representan la ilusión de un conejo corriendo atrás de una vistosa y plástica zanahoria. Mejor para la ilusión del conejo será que nunca la alcance, porque si de ella se aprovecha lo pasará muy mal. Infelizmente, por la brutalidad interna del producto bruto, hoy vemos como millones de desempleados, corriendo desesperados atrás de la zanahoria, viven atragantados por la inseguridad que había en sus activos financieros, mal amparados por un cobertor que apenas estaba apto a cubrir la cabeza, cuando se sabe que el frio entra por los pies.

Por un lucro seguro
Toda empresa capitalista, diferente, en tesis, de la empresa socialista, se constituye por su vocación al lucro. Todo en ella se desarrolla en defensa del lucro y, para el suceso de la defensa, buscan eliminar el riesgo creando nuevos riesgos que no podemos prevenir. Fue así que nació el Acto Seguro de 1933, retirado del rescaldo de la quiebra de 1939 para ofrecer cara buena a lo que se hacia durante la fase mala de la Gran Depresión y acabó engendrando el fondo monetario internacional.

Por la defensa de la seguridad andamos todos muy seguros por las calles de este nuestro mundo aldea. Podemos tener una vivienda y vivir en ella muy seguros de que nadie  la irá tirar por lo que reza nuestro derecho al trabajo y el deber constitucional de trabajar, o aquel otro derecho que garantiza la inviolabilidad del domicilio, el honor personal y de la familia.

Ataque
Hasta aquí ya vimos lo suficiente para saber que la seguridad, que nos ampara y pretende eliminar el riesgo, funciona como una tercera pierna pintada en purpurina, pero que al momento que la verdadera pierna falla, la de oros requiebra y se parte para mostrar la polilla que en su interior habitaba.

Se hace necesario ampliar la seguridad de la renta para que el capital no sufra de los ataques que la naturaleza de las personas promueve de tiempos en tiempos contra tan artificioso invento. El cooperativismo ya fue considerado un instrumento de defensa del capital, debido a que los resultados de la actividad económica de un grupo de empresarios se reparten entre todos, todos trabajan unidos y son solidarios cuando adviene la adversidad.

Este tipo de seguridad no satisface al capital interesado en constituir poder por derecho del monopolio o del oligopolio connivente y organizado. El capitalismo salvaje busca protección en la propia selva que el desea dominar. Por esta razón monta un chiringuito bancario en todas las ciudades, villas y aldeas; ofrece crédito a tortas y derechas a la paisanía, y los paisanos compran deuda a destajo. En poco tiempo, la deuda se hace gigante y se transforma en pasivo insostenible. Concentrados los activos en pocas manos, la gestión puede mejorarse porque la seguridad del capital pasa a ser defendida por el honor del deber de la numerosa clase ofendida por la insolencia del activo dominante.

Competitividad
- ¿De que cuero sale mejor correa? – pregunta uno.

- De aquel que haya engordado más en menos tiempo y con menos comida – responde otro.

Habrá pues que aseriar la competitividad del pasto para arrancar más pasta al cuero. Pero no olvidemos de tener a mano antídoto eficiente para protegerse contra la inseguridad natural de una mala leche. Es antídoto hecho para dar seguridad al capital privado; es un veneno que se ha inyectado en pequeñas y repetidas dosis en la piel del estado animal. De esa pequeñez se retiran anticuerpos que serán muy bien aplicados en el combate a los cuerpos contaminados por las toxinas del veneno capital.

Capital y Valor
Allá por la casa de los años 30 del siglo pasado, John Hicks explicaba que no se podía entender el valor sin saber lo que significa el capital. Fue algo extraordinario para la mente económica de la primera mitad del siglo.  Se sabía, como yo lo supe cuarenta años después al chaparme en los pensamientos de Adam Smith y David Ricardo, que el capital hacia parte de la tierra y del trabajo que en ella se daba todo que producía valor útil a las personas. Según Hicks, no es bien así.

Al abordar la teoría del capital debemos distinguir tres lados de posible abordaje: en un extremo vemos un modelo completamente desintegrado,  donde los bienes de capital adquieren precio según la voluntad de la mano invisible del mercado; el tiempo como factor de valor va adquiriendo cuerpo en la medida que el mercado se consolida. En otro extremo, el modelo de producción se ve perfectamente integrado y la transferencia al mercado no ocurre antes que el proceso termine. Es el llamado modelo austriaco por el cual el tiempo se vende explícitamente como elemento esencial de la producción. Entre los dos extremos (popa y proa) existen un modelo  en que el bien capital se distingue de un bien de consumo por el hecho de que el primero facilita la producción de algo destinado a un mercado que lo digiere y destruye. Por abstracción de un personal foco, pasaron a dividir la economía en dos sectores: el que produce y el que gasta. A todo esfuerzo que es capaz de producir riqueza le llaman Capital. A la voracidad que destruye esa riqueza denominan Consumo. Del punto de vista macro económico y por las limitaciones de la aldea global se evidencia que ambos sectores son instrumentos de un proceso que está en continua transformación.

 Conocemos algunos insumos del proceso y sabemos que interactúan para formar el producto humano en cantidades que retroalimentan y aceleran dramáticamente el proceso. La organización del sistema económico y el esfuerzo realizado para sostener ese esfuerzo aplicado en un modelo u otro no pasa de un velo que acaba nublando la visión del producto final. De acuerdo con la permeabilidad de ese velo y de los colores que por el pasan, el capital pasó a definirse como un flujo de excedentes del sistema productivo,  al que debe pagarse una tasa determinada fuera del proceso. Esa tasa se hace concreta por la tasa de interés del dinero, la cual viene determinada por un acuerdo entre la demanda y oferta del dinero que se haga necesario a la manutención de la seguridad del proceso productivo.

A pesar del enorme esfuerzo de Hicks,  yo continúo sin saber lo que es capital en el mundo de dimensión global, no obstante, el velo nos lo hace ver en forma de dinero. Y el dinero pasa a adquirir la belleza que despierta la ilusión de asistir la danza del vientre, en sus múltiples desplazamientos, con vueltas y reviravueltas de la cadera para destacar el ombligo, cuando el deseo del zorro no es ver lo que está atrás del velo y sí desplumar la dulce bailarina.

Celebración
Soy feliz de encontrarme hoy aquí y no me preguntes más por qué, ya corre en mis venas la emoción de ver como hoy estoy mejor.

El euro fue indexado en US$ 0,89 en el día siguiente a su estreno en 2002. En julio de 2008 el euro no se cambiaba por menos de 1,4599. Y todo parecía normal. En 2011 el euro unificaba la moneda de 17 países e integraba la razón de más 330 millones de personas. En plena crisis, para desbancar el euro el mundo tiene que tener un buen motivo para cambiarlo por US$ 1,288. El euro cae frente al dólar pero sube en el mercado del euro y los italianos tuvieron que ofrecer 1,07 por cada euro y obtener más euros para emprestar a los bancos, para que los bancos empresten a las empresas, para que las empresas vayan comprar dólares, y los dólares caminarán por el reto en dirección al culo como forma de inversión de los negocios y para que el interés bruto ultrapase todas las ganancias de los pobres necios que sueñan ser ricos.

Si para tantas operaciones necesitan mucho trabajo, los bancos habrán de contentarse. Pero si pueden transaccionar sin una gota de sudor, mandarán al carajo todo y cualquier trabajo y que se joda la deuda soberana, pues bien saben que el trabajo es castigo de dios y ellos, siendo más adelantados y listo, no necesitaran de ninguno de los dos.

Por el valor del riesgo, la solución para la crisis de la deuda europea está muy lejos de ser conseguida. El euro no está en crisis,  lo que está en crisis es la deuda en dólares que la europa del euro ha contraído con los bancos del mundo. Los banqueros lo saben y se aprovechan para arrancar tajo al flujo descoordinado de caja. Y ese derecho, a la ventaja de quien sabe y conoce, alguien tendrá que pagarla. - ¿Quién? … ¿Quien?... ¿Quién? – Yo no puedo, tú no puedes, ¡pues que ellos se vallan a la barranquilla de las islas caimán y ver si allí celebran mejor el VALOR DEL RIESGO!






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