sábado, 14 de enero de 2012

DULCE MIEL


Al avispado la abeja pica más veces que a aquel que la teme, la respecta y la protege solo con velas vir.

El gallego solo oye lo que ve, evidentemente porque sabe ver lo que oye. Y no por eso podemos considerarnos tozudos, chiflados, paranoicos, ni precisamos recorrer al Mateo para que nos transforme en palomas prudentes o sencillas serpientes.

Mire usted el lio en que ha metido a su admirado Mariano hoy en esta redoblada zorra al otro lado del charco. Y conste que no ha sido usted tan reiterativo como Pedro, quien por su buena fe renunció más veces al conocimiento que tenia de la existencia del señor. Estoy seguro de que no le faltará oportunidad de superar el apóstol en aquello que él creía prudencia de la negación. Prevarica vostede, no obstante, hoy,apenas dos veces contra nuestro amo.

Una, creyendo que el señor es un ignorante de los dogmas de fe y no cree en los sabios consejos que brotaban de la fuente popular cuando le avisaran que su pueblo había transformado el euro en becerro de oro, y los suyos, arones de las autonomías gobernados por fieles seguidores de la fe popular, mantenían la lengua en barbecho para evitarle mayores disgustos en las noches frías del retiro en la cumbre del Sinaí.  Solo así le sería imposible oír el zumbido de la avispa que en la tierra hasta los sordos que quieran escuchar la oyen y ven.

La segunda, es el colmo por lo que se puede deducir como es la tela de araña que pone usted en el camino de las moscas para ver si en ella posa la vela de la señora Carmen y sale fuego de su fulguroso picado de abeja africana, eso sí, no sin antes la hallamos despojado de su dulce miel.

Fumo no vispeiro, home, que as bruxas veñen a velas.

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