miércoles, 4 de enero de 2012

DISPARATADO LLORO


A tiros de disparate, caustica vostede, amigo conde, un humorismo jocoso, y lo hace hoy con la solidez sinuosa de los modelos económicos que dan refuerzo a las labores cuotidianas de los eméritos plumeros, entre los cuales se posiciona este su humilde lector, premio Amado, admirante de la suave cordura del loro Foderico, vigilante de la resurgencia verbalista del dragón Nero y otros alpinistas asentados en la cumbre de Pindoschan, todos autores de sentimentales gallofas al ritmo diario de la ternura histórica y la ansiedad imperativa que nos empurra hacia la comicidad fantástica del drama actual.

El melodrama de la acción bancaria no tiene parangón en la historia gallega. Eso no quiere decir que sus compositores hayan agotado el genio que desde el interior de la lámpara mágica ilumina la esencia del interés bancario. Alí Baba sabe tirar de los muchos depositantes el secreto de la palabra mágica que abre los cofres. Cuando vivíamos por la misericordia del señor no había herencia para consumirla y así nos consumíamos en el caudal de cara dura, amañando el asno de nuestra ambición con sobras de la misericordia, nuestro único capital.

El abracadabra mágico nos hizo herederos de la fortuna de Adam y pasamos a gastarla con el ansia de quien cree que todo se acaba hoy y el mañana puede nacer muerto. El futuro puede ser duda para el sentido de nuestra gran humildad pero no parece serlo en la razón del ente bancario y, así, ellos se descojonan con lágrimas de risa ante nuestro dislate por haberles dado la guardia de tantos intereses.


Es un hecho comprobado que los beneficios de la banca son todos derivados de actos legales y practicados en el riguroso pudor de la justicia, sabiamente  encantada por el deber de dar gracia a lo que se escribe en la cuenta de la ley. Por la seriedad de sus gestos, ellos no se ríen de nadie. Están amparados por la norma que los protegen y también por la empírica prudencia que en el alma lleva un soldado para no hablar del cabo y este del sargento, y este de lo esto y de lo otro, hasta alcanzar la cumbre soberbia de quien todo lo manda.

Por los idos y oídos de la edad media sabemos que llamaban usura a la práctica de cobrar intereses por el dinero. Ero algo legalmente prohibido y podía conducir el protestante de la ilegalidad (amparado, eso sí, por la santa inquisición) a la estertora voracidad del fuego eterno en dominio público.

La legalidad cambia con el tiempo y hoy llamamos usura a la devolución del préstamo ilegal que te ha dado un amigo para salvarte del interés legal amañado por el banco.

Por la justa razón de lo que creen justo, el cacique financiero de un macro mercado expone sus austeras razones:
CET – Coste efectivo total:
De financiación,      660,34 % al año.
Parcelas de compras con intereses,    265,06 % al año
Pago de cuentas,    53,23 % al año.

Lloren ustedes conmigo, amigos del conde y también amigos míos,  las disparatadas que se podrán practicar por la costa morta, pues yo siento como podré sentirlas por un simple descuido de la razón que con la edad parece querer huir del dominio de mi voluntad,  sin algodón que lo remedie.

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