Recuerdo
esos otros días pasados cuando el escondite era un juego cándido. Nos
escondíamos atrás de los ojos y el ingenioso ingenuo del amigo que debía
encontrarnos no nos veía, salvo si la mano que servía de anteojos se distraía o nos traicionaba.
Cuentos lindos los de otros días. Los de hoy también lo son, pero suenan
ligeramente amargos por influencia de circunstancias de esporulación política.
Aunque a todos nos agrade montar a caballo, cuando nos sirven de mulas y clavan
las espuelas en nuestros fundillos
reaccionamos ante el correspondiente dolor y, aunque por la distancia digan que
el picor fue virtual, sufrimos la angustia real que ya va siendo endémica en el
paraíso de Adam. Creo que es por eso y no por lo otro que crece el ejército
antisistema. Crece por germación o geme-paridad, que como todos sabemos
constituyen una forma irregular del núcleo al que permanece unido
temporalmente, fabricando levaduras y algunos ciliados sargentos.
Decía yo que lo ha dicho un pseudónimo
armado de Nick, que a efectos de lo mismo da igual, pues parece que el nombre
verdadero se insinúa como embustero y no presenta la retranca capaz de aguantar
embate directo en una contienda literaria. Entre nosotros, del ejército
rebuscado, cruzamos sopapos al estilo de un buen papo. Somos gatos bien
comportados y nada nos incomoda si es
para pasar el rato. Pero también podíamos sacar conejos de la chistera y por
tan mágico evento todos viviríamos contentos. Infelizmente la vida no es fácil a
un ejército literario; necesita facilidades. Hoy por hoy todo son
dificultades y aunque a rajatabla nos
digan que ya estamos mejor, a la menor distracción de la mano que opaca la
vista veremos como el gato maula zarpa el ratón.
Por montañas flambadas y cabos de buena esperanza desfila arrogante
un joven guerrero del ejército literario. Se llama Qué Se Yo, pues no importa
su nombre ya que en materia de cruzada y tiempos obscuros todos los gatos son pardos y si salen de la
chistera les llamamos conejos.
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