lunes, 23 de marzo de 2015

LENGUA GENIOSA

Eu, Genio Cándido Ingenuo, por alcuña Imposible y otras cositas Mas, humildemente me boto a sus pies en asuntos de la lengua.
 Es con extraordinario placer que recuerdo ledicias de la  lengua mía, reportadas por el ollo de mi infancia pueril.  Jamás olvidaré la satisfacción que provocaba coger una crostra de brona , apaciguarla en leche fresca y remoerla en la boca dándole vueltas con la lengua y, así, hablandarla antes de clavarle el diente. ¡Cosas de tierno chiquillo!

Nada era prohibido en mi huerto geográfico ¿Nonsi? No todo era alegría, recuerdo cierta envidia que me causaba Manolete cuando mis amigos se referían a su extraordinaria fama de buen torero. Yo alegaba que mi fame a veces era más grande y nadie de mi falaba. La risa irónica de mi amigo Ares revienta mis oídos al recordarla. Hay martirios incansables y este fue un martillo de fuerte tonalidad,  muy capaz  para amargar el sonido que “por flebe se esmodenga o deshace , como leña floja, que es la rama”.

Eran tiempos, mi buen amigo conde, del acó y acolá, de lo longo para diferenciarlo del estrecho y monótono fungar, era un falar del sabio celta en contraoposición del rudo godo de la mesonera planicie. Vivimos una desértica cruzada por la hegemonía de cabellos sedientos, puestos al viento en desdeñable ademan. Libres como la liebre, nos impedimos de escribir livre como ordenaba la norma portuguesa y, por tan gramatical modo, evitamos chumbo grosso de la cazada estéril. Por haber del dever luso nos ilusionamos con fartas palabras de  idiosincrasia portuguesa, y con el enfado de un buen fado hicimos oposiciones al antónimo de Nebrija. No fue otro el camino que se diseñaba  para chegar a san Cetano y tornar nuestro el palacio de Raxoi. Extraña ironía, pues como clavijas puestas en la antesala de la lengua de quien mucho manda hoy, sometido a un rigoroso examen de lingua e modos, jamás le sería permitida la entrada en su palacio. Ao allo que non fede non se lle mira o dente.

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