domingo, 15 de marzo de 2015

REVOLVIENDO LA HISTORIA

Lo que yo sé, lo sé. Lo que no sé, yo lo imagino. Si resta alguna duda, prevalece el dicho que dicen ha sido habla de Sócrates, pues, al creer que sé algo, mi cabeza lo imagino todo. ¡Aúuu, o dixen!

A mi ya no irrita lo que me duele ni me alegra lo que me irrita. Es virtud de quien ha doblado la edad de Cristo y sabe contar, por la cuenta de los diez dedos de la mano y uno del pie, el sobrepremio a la doble edad.

Esto de Juicio Final es algo preocupante y recuerda los buenos juicios que los malos jueces hacían en nombre de la pura verdad. Habrá que preguntar si aquellos han sido purificados por el calor del fuego o siguen fríos como las laminas de espada del invierno histórico. Yo no sé la respuesta, pero me la imagino. La imaginación es el principal don para escribir un cuento. Y, así, vamos de cuento en cuento caminando hacia el epilogo de nuestra historia. A esta altura, rezar cansa menos que discutir. Rezar suaviza la voz y mejora el destino de las epístolas.

Epístolas a los Galatas son cartas que el correo de la historia hace llegar a mi pensamiento, el de hoy, por fuerza de palo sugerido por Alfredo.
Galicia era una región del extremo occidente a quien Pablo de Tarso ubicó equivocadamente en el extremo oriente. Con tan craso equívoco, los demás son mera consecuencia. ¡Oh, gallegos insensatos! Quien os tolea, a vos, a cuyos ojos fue expuesto la cruz? Solo esto quiero saber de vosotros: ¿fue por la ley que habéis recibido el alma que afirma o niega la fe? Sois tan insensatos que habiendo empezado por el espíritu, queréis, ahora, por la carne alcanzar la perfección?


La imagen del Nazareno era para mí un verdadero terror cuando por mí venia. Todo en él se asociaba al miedo que provocaba: corona de espinos clavados en la corteza del cráneo, sangre escurriendo como lágrimas de llanto, pesada cruz de bruta madera, mirada sufrida dirigida al suelo y un lúgubre manto, púrpura locura. Me abstengo decir si siete decenios después continúo con miedo.






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