Lo que yo sé, lo sé. Lo que no sé, yo lo
imagino. Si resta alguna duda, prevalece el dicho que dicen ha sido habla de
Sócrates, pues, al creer que sé algo, mi cabeza lo imagino todo. ¡Aúuu, o
dixen!
A mi ya no irrita lo que me duele ni me
alegra lo que me irrita. Es virtud de quien ha doblado la edad de Cristo y sabe
contar, por la cuenta de los diez dedos de la mano y uno del pie, el
sobrepremio a la doble edad.
Esto de Juicio Final es algo preocupante
y recuerda los buenos juicios que los malos jueces hacían en nombre de la pura
verdad. Habrá que preguntar si aquellos han sido purificados por el calor del
fuego o siguen fríos como las laminas de espada del invierno histórico. Yo no
sé la respuesta, pero me la imagino. La imaginación es el principal don para
escribir un cuento. Y, así, vamos de cuento en cuento caminando hacia el
epilogo de nuestra historia. A esta altura, rezar cansa menos que discutir.
Rezar suaviza la voz y mejora el destino de las epístolas.
Epístolas a los Galatas son cartas que el
correo de la historia hace llegar a mi pensamiento, el de hoy, por fuerza de
palo sugerido por Alfredo.
Galicia era una región del extremo
occidente a quien Pablo de Tarso ubicó equivocadamente en el extremo oriente. Con
tan craso equívoco, los demás son mera consecuencia. ¡Oh, gallegos insensatos!
Quien os tolea, a vos, a cuyos ojos fue expuesto la cruz? Solo esto quiero
saber de vosotros: ¿fue por la ley que habéis recibido el alma que afirma o
niega la fe? Sois tan insensatos que habiendo empezado por el espíritu,
queréis, ahora, por la carne alcanzar la perfección?
La imagen del Nazareno era para mí un
verdadero terror cuando por mí venia. Todo en él se asociaba al miedo que
provocaba: corona de espinos clavados en la corteza del cráneo, sangre escurriendo
como lágrimas de llanto, pesada cruz de bruta madera, mirada sufrida dirigida
al suelo y un lúgubre manto, púrpura locura. Me abstengo decir si siete
decenios después continúo con miedo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario