No sé de usted, pero sí sé de mí que he
tenido la honra de ser agraciado por los
correspondientes diplomas de buena conducta, emitidos por el párroco y el
excelentísimo teniente de la guardia civil. No fuera poco, el notario que todo
lo nota certificaba, para que el Mundo lo supiera, que yo había mostrado mis
dotes laborales durante más de tres años de duro trabajo. Hubo omisión de
dieciocho, pero lo que se restaba en aquel momento podría ser suma en la cuenta
de retornación. Alegre gloria, pues al jurar bandera en el Sanedrin de San
Pablo, vi como los del consulado disfrutaban, con agrado y risitas contenidas,
mi postura marcial de cara roja, quemada por el constreñimiento del momento, y amarilla por el color de bananas comidas.
Agobiaba la expectativa de quedar
irremediablemente soldado a la forja del acero cañón.
“Una nación no se cambia en dos días, se
necesita de una generación para promover el cambio”
Algo parecido lo escuché por la voz,
franca por la agudeza del tono e imperial en su postura marcial, de Paquito, el
mismo genio a quien usted se refiere en su misiva de hoy. Fue un
pronunciamiento hecho en Coruña, cuando Coruña se cantaba en La mayor y en
España brillaba un Sol sostenido por la fuerza de lo que ya no es necesario
explicar. Los padres de los nietos del
abuelo Paco poco pitamos en el juego de la nueva generación. Ahora nosotros son
ellos, y ellos, como es sabido, tiran de lo nuestro para un siniestro y modesto
requiescat in pace. Ora pro nobis fue el ruego que salió de mi pecho delante de
la amargura de un medio (por la mitad o
menos) mileurista, en tiempos que reinaba el negro chapapote en las arenas de
Pindoschan. Imagínese usted, iba todo en un único gasto corriente: habitación en
la Costa Morta como presagio para una
vida austera. Para el IVA, por alimentación, higiene y transporte, no quedaba
nada. Sobraba crédito de la naturaleza por cuenta de magostos, sardinadas y
algún pequeño ahorro habido en el pasado. Con crédito a cuenta de su doble
partido, el débito, la esperanza patinaba pero conseguía dar algunos pasos. Hoy, locamente parados ya no creemos en nada,
ni en la ristra de preguntas ni en la sarta de respuestas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario