lunes, 23 de marzo de 2015

SARTA DE RESPUESTAS

No sé de usted, pero sí sé de mí que he tenido  la honra de ser agraciado por los correspondientes diplomas de buena conducta, emitidos por el párroco y el excelentísimo teniente de la guardia civil. No fuera poco, el notario que todo lo nota certificaba, para que el Mundo lo supiera, que yo había mostrado mis dotes laborales durante más de tres años de duro trabajo. Hubo omisión de dieciocho, pero lo que se restaba en aquel momento podría ser suma en la cuenta de retornación. Alegre gloria, pues al jurar bandera en el Sanedrin de San Pablo, vi como los del consulado disfrutaban, con agrado y risitas contenidas, mi postura marcial de cara roja, quemada  por el constreñimiento del momento, y  amarilla por el color de bananas comidas. Agobiaba la expectativa  de quedar irremediablemente soldado a la forja del acero cañón.


“Una nación no se cambia en dos días, se necesita de una generación para promover el cambio”

Algo parecido lo escuché por la voz, franca por la agudeza del tono e imperial en su postura marcial, de Paquito, el mismo genio a quien usted se refiere en su misiva de hoy. Fue un pronunciamiento hecho en Coruña, cuando Coruña se cantaba en La mayor y en España brillaba un Sol sostenido por la fuerza de lo que ya no es necesario explicar.  Los padres de los nietos del abuelo Paco poco pitamos en el juego de la nueva generación. Ahora nosotros son ellos, y ellos, como es sabido, tiran de lo nuestro para un siniestro y modesto requiescat in pace. Ora pro nobis fue el ruego que salió de mi pecho delante de la amargura de un medio (por la mitad  o menos) mileurista, en tiempos que reinaba el negro chapapote en las arenas de Pindoschan. Imagínese usted, iba todo en un único gasto corriente: habitación en la  Costa Morta como presagio para una vida austera. Para el IVA, por alimentación, higiene y transporte, no quedaba nada. Sobraba crédito de la naturaleza por cuenta de magostos, sardinadas y algún pequeño ahorro habido en el pasado. Con crédito a cuenta de su doble partido, el débito, la esperanza patinaba pero conseguía dar algunos pasos.  Hoy, locamente parados ya no creemos en nada, ni en la ristra de preguntas ni en la sarta de respuestas.

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