viernes, 20 de marzo de 2015

SÓLO ANTE EL PELIGRO

Hollar con los pies o manos no es razón suficiente para preocupación de quien quiera que practique  u observe actitud de quien la practica. Quebrantar ley o principio puede ser causa para sensaciones peligrosas. Someter a una persona, a una nación, a un pueblo, a una familia, a una persona, vejándolos, humillándolos o tiranizándolos, constituye clara acción que inculca presión sobre la vida de los humildes mortales.  No lo dice Chateaubriand, lo dice el diccionario que sin exigencia de pago llega a mis ojos para que yo dé una ojeada a la palabra conculcar.

La propiedad es enemiga de la libertad. Ambas, libertad y propiedad no se entienden, aún cuando se deseen mutuamente uno al otro. La libertad inculca un sentimiento de poder muy capaz de dejarte solo en presencia del peligro. La propiedad esclaviza su propietario, arrebatándole toda libertad que creía tener al poseerla. Por el camino que idealiza la libertad de ser propietarios de alguna cosa no se llega a lugar alguno.

“La mirada desbocada, el reflejo de los sueños, vigilantes  acechantes, de bajada a los infiernos, más que sólo ante el peligro, gritando contra corriente, a todos juntos nos será más fácil ser igual y diferentes”. Lo ha dicho Tioinkin, nacido en estado  propiedad de nadie y murió apropiado por la libertad de exigir  un duelo con el sol.

No es necesario viajar a Cuba para ver cosas que despierten sentimientos contrapuestos. Es suficiente ver el reflejo del entorno sobre una cuba con agua parada. Y no hablo de lechugas, pienso en el peligro que puede representar aprovechar el sol para asuntos privados. Habida multa, pagarla será un infierno, y no habrá libertad al raciocinio que quiera evitarla. Sabido es y claro está que el arte mejor desarrollado en el milenio del desespero es el arte de querer cobrar lo que no debes, o debes por el arte de quien te roba y da fe de que te ha dado crédito con todo que te ha robado. El peligro nos deja solos a espera de la libertad.

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