lunes, 23 de marzo de 2015

SOCIEDAD DEVALUADA

Fue la de ayer una pregunta pertinente a aquellos comprendidos entre los menos de treinta. A los más poco puede interesar lo que venga a ocurrir a la vuelta de cuarenta años. Bueno, es un decir, pues un cierto sentimiento de preservación de la humanidad domina el humano de cualquier edad.

Pese a todas las dificultades, la empresa de sociedad anónima española oscila en números como cualquier otra sociedad  del mundo. La pirámide demográfica se ha debilitado en la base, pero se ensancha en la barriga como consecuencia de los fértiles años pasados. Con más algunos años, toda esa grasa de la gracia generacional se irá derritiendo para mostrar un tronco cilíndrico, sin diferencias diametrales entre la base y la cumbre. La igualdad entre todos los estamentos sociales quedará igualmente valuada y el mundo morirá de envidia. Con todas las luces apagadas a nuestro alrededor, discutiremos la rectitud del árbol genealógico  por la virtud de las perdices que se pendieren en los gallos.

Para conformar su forma al tamaño de los pies podríamos recordar las labores de un buen zapatero. Si el árbol resulta en la calidad de un fino palito, recordaremos con bastante obviedad el cincel y martillo que le ha retirado todas las capas periféricas a golpe de rajatabla. De momento, y al albur de futuras encuestas, vamos recordando el azar de  un pasado que por muy infeliz se aproxima a la infelicidad del momento presente. Lo hacemos con el gran salto el vacío que nos separa de las desdichas de un rey avasallado por la lujuria de Versalles y las locuras inventivas de Joseph Ignace Guillotin, nombre muy apto en la competencia de producir grandes espectáculos con extrema economía en mano de obra. Recordamos tiempos que precedían la gran industrialización, recordamos  el romancista Chateaubriand, partidario de Napoleón y de la monarquía constitucional, mentor de la Santa Alianza y restaurador del absolutismo español tras el Trienio Liberal. Recordamos nuestra devaluación social.


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