domingo, 23 de noviembre de 2008

ARRIBA ESPAÑA



Contracanto a Bordo

También yo di mi particular vuelta por Iberia. La primera vez, cuando después de su pasamiento a la eternidad, me encontré con el santo caudillo en la tumba cavernosa del Valle de los Caídos. Aproveché para comprar algunos recuerdos en Toledo y subí a Bilbao, donde pude observar la caótica organización urbana y el aspecto lúgubre de su puerto. También era asustador oír en la radio noticias de bomba instalada en puente donde, pocos minutos antes, había tirado una foto para grabar momentos especiales de mi vida. Seguí hacia Francia y en el pasaje fronterizo el guardia francés se hacia el desentendido por no comprender gallego, español ni portugués. Querían venderme un seguro para transitar con libertad por el país gallo.
Cuando en buen portugués, comenté con mi esposa el despreparo de un guardia que a servicio en la frontera no conseguía entender la lengua del otro lado de la raya, el francés, casi insolente, respondió en buen castellano que él estaba en Francia y los ignorantes éramos nosotros que no entendíamos la lengua del país que queríamos visitar. Este incidente fue neutralizado por otro incidente con un guardia civil en Biarritz. Mi hijo, con tres años, se desrabó de mis manos y atravesó la calle, aparentemente desierta, para ver alguna cosa que había despertado su atención en una plazuelita al otro lado de la calle. Del extremo izquierdo de la rúa oí el estridente sonido de un pito de árbitro; a seguir, del lado derecho, otro pito, todavía más chillón, parecía querer hacer eco al primero. En ambos extremos vi posicionar-se un guardia para contener el tránsito de un coche que se acercaba por el lado izquierdo; el de la derecha se mantenía preventivo, en indicación de seguridad y nos hacia señales para que atravesásemos, yo y mi esposa, la calle, a fin de encontrarnos con mi hijo. Entendí que ellos entendieron que nosotros habíamos entendido el mensaje, se acercaron muy amables y pidieron al niño que no se soltase de la mano de su padre.
Eran tiempos de ignorancia por no saber de las ventajas que proporciona la moderna industria de la multa, poco interesada en la moral de la cultura cívica y muy bien especializada en el cultismo del crimen y castigo.
Contrariando mi amigo Carlos Luis a bordo de la nave Tierra, diría yo que la monda seca, flotando sobre la onda que barre la actual España, no alberga el embrujo que desea resucitar el lazarillo ferrolano y sí los aspectos de buena moralidad y de ética respetuosa, vividos a toque de corneta durante tantos años, para ahora constatar que las promesas de buena ventura para el futuro de los niños de entonces se desvanecen por intrigas faltriqueras de políticos presentes, insensibles a los legítimos intereses de solidaridad, paz y bienestar.Titula usted, amigo Carlos, su opinión de hoy con Viva Franco, sin el alarido viril de una exclamación. Permítame, pues, que yo la complete con ¡Arriba España!, en toda la extensión aportada por el diccionario de la Real Academia Española.

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