España es un sueño para el humilde senegalés. Para mí, ilustre desconocido gallego de la diáspora, el retorno fue un momento irónico entre felices recuerdos del pasado y la realidad presente, vivida hace cinco años con pesadillas horrorosas en medio de un basto negro chapapote e insolidaridad agresiva, discriminatoria e incompetente del centro de colocación en mi pueblo. Como resultado, aprendí dominar la ira, a tratar el miedo sin delirio, a vivir con obstinación y blandura y a reforzar la ambición de ser feliz con lo poco que para este fin es necesario.
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