martes, 18 de noviembre de 2008

TRISTEZA SIN FIN


La crisis fue por mi sentida en 2001 cuando a mi regreso de la diáspora tuve que vivir, comer y vestir con trescientos y pico de euros. ¡Fue una experiencia y tanto! Sirvió como antesala de las agruras de la jubilación. Hoy, la crisis me molesta por lo que de malo puede ocurrir a todos aquellos que amo. Estoy acostumbrado a ganar el pan de cada día con el sudor de mis manos, pero a mi alrededor no hay leiras para plantar, las empresas aprovechan para reducir el personal excedente y la pensión me la come el diablo de la inflación.
(Domingo, 9 de noviembre de 2008)

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