domingo, 9 de noviembre de 2008

GLOBAL WORLD

Mis amigos de Pereiriña se preguntan que cojones les importa lo que puede suceder al otro lado del Atlántico. ¡Coño, ni hay mar en Pereiriña! ¿Para qué , entonces, perder el tiempo de este otoño primaveral en los Caínes o en los Obamas?.

Pues mira que ya hemos perdido mucho tiempo con los cantares de la cascabel envuelta en los churumbeles de Adan, y no digamos de las odas narrando la manzana atascada en su garganta, de su fatal y vergonzosa despedida del Huerto de los Aburrimientos, para no hablar de la mazurca para dos muertos de Cela.

La verdad es que en los difíciles tiempos que nos rodean no podemos concentrarnos en lo que se trama en Xallas o viene por Ameixenda. Debemos pensar que el mundo es redondo como una pelota que a alguien le gusta chutar y lo hace calzando botas con punta reforzada en acero-cromo.

Estamos a pocos días del mayor evento democrático del mundo conocido. Los gloriosos representantes del poder temporal elegirán el cuadragésimo cuarto presidente de su espectacular historia.

El mister Obama bien pudiera ser llamado el conquistador de los cambios, pues salta entre ellos con magistral proeza. Alternando entre promesas de esperanza y la esperanza de cambios, el chico parece tener sobre sus hombros una cabeza fría, lista, albergando sanos juicios. Se muestra creyente en su taco habilidoso y nos convence que será el hombre más apropiado a desenvainar la batuta milagrosa de la hada madrina.

El mundo ha cambiado. Claro, aquí en Pereiriña todos sabemos que ha cambiado. ¡Y como!. Sabemos que ese tal de Caín ahora se llama John McCain y es senador de Arizona, que no hay que confundir con la zona alterne que se pretende montar a orillas de Quenje. Sabemos de él que es muy amigo de Busch, de quien sabemos que era muy amigo de Aznar, su asesor en las Azores para promoción del gran cabio de Irak, predecesor de la tal señora crisis, ese embrujo que empieza a agobiarnos. Dicen que McCain y Osama no se entienden por problemas en los tintes modernos arrojados entre pieles racistas y el puro calor de blancas de nieve bogantes sobre el Orinoco de Chaves.

Bien nos gustaría olvidar lo que ocurre al otro lado del charco, pero es imposible hacerlo por los lazos que nos unen con las tierras del sol poniente. Hay mucha semejanza entre nosotros, New York y Galicia ya fuimos una única nación antes que un colosal rayo nos partiera en dos y el diluvio proseado por Noé inundara los fondos valles que se formaran. No nos queda otro remedio que estudiar las tablas que Cain y Obama quieren partir sobre nuestras cabezas.

Hay fuerte atracción en el carácter simbólico de los nombres de dos primeros ministros del Estado español, Aznar y Zapatero.

Si gana Cain, Zapatero tendrá enormes dificultades en calzar el zapato de la blanca España. No le darán asiento en el Club de los Siete ni en el estadio de los Veinte. Cortaran sus ingresos retornando inversiones. Cortaran puestos de trabajo, pues ya sabemos quien son sus dueños. Habrá inflación para salvar el do lar sostenido en el euro y pagaremos hasta el último céntimo las torres de argamasa erguidas por todas las rías.

Si gana Osama, bendito Obama, Aznar perderá el tono en su cantar de ruiseñor, que todos conocíamos bueno antes del prestigioso Azores (tercera Z simbólica). Por el ejemplo de Obama, aquí en España el obrero respirará buen clima para reorganizar desde las bases la unión en busca de nuevas oportunidades en el concierto global, tocando la liga de las democracias. Renacerá el orgullo sentido en el primer cambio cuando repatriamos las tropas de Irak.

Por primera vez en la historia seremos gobernados por un presidente blanco, que no es exactamente blanco; mejor dicho, seremos administrados por un presidente negro, que no es exactamente negro. Lo que sabemos, y eso sí de buen oído, es que se trata de un hombre exactamente humano. Un hombre que tiene cualidades morales capaces de ayudar España y el Mundo en estos momentos difíciles. Momentos exigentes de serios cuidados, algunos sacrificios de global world también, pero, sobre todo, sacrificios con gran responsabilidad de esencia social y sin tortura financiera.

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