jueves, 13 de noviembre de 2008

MAYOREDAD


Rafael Romero regenta, en Santiago, doscientas personas, monitorando el entusiasmo e ilusión de almas cabalgando sobre la tercera edad. No diría yo que es el ánimo de aprender lo que nos mueve al ejercicio de un ritual relativamente costoso, exigente de disciplina y entrega de voluntad a la batuta de un regente capaz de hacernos tocar la flauta como a él le guste. Si a esta libertad de entregar nuestras voluntades la llamasen TRABAJO y su resultado fuese encauzado para atender servilismos políticos, el éxito sería dudoso.

Físicamente, la vejez no puede ser considerada una virtud material. Poéticamente, la vejez es un estado de máxima exaltación de las virtudes adquiridas en las edades que la preceden, es un momento delicioso para ejercicio de un ánimo espiritual, que a los pocos, en acción destructiva, se va conteniendo por limitaciones de juntas mal articuladas, depósitos calcáreos mal distribuidos y un sinfín de pleitos mal conjugados por ocasión del desastroso acuerdo celestial, aquella estrepitosa contienda que hizo que el hechizo de la divina omnipotencia se asentara en la fragilidad de un barro mal cocido y temperado inconsistentemente con fraguas volcánicas.

“! Polvo tu eres, polvo serás! ”. Que maldosa sentencia dictada por un juez que llamamos justo. Fuimos creados a semejanza de Dios, no para que el diablo se ría de de nosotros, que eso no lo conmueve, y si para satisfacción vanidosa del ser supremo, su vecino y concurrente en la inmaterialidad celestial.

Recientemente, el Homo Erectus ha descubierto que nuestro cuerpo es gestionado por genes introducidos y programados hace millones de años. Son ellos quien decide, por división celular, aquellas que tendrán condición de sobrevivir. Tal tiranía se manifiesta en los órganos reproductores por la evidente incapacidad democrática de los espermatozoides alcanzar simultáneamente al óvulo receptor. Hay controles, sin duda, establecidos por leyes parlamentares para detectar errores genéticos, pero tales controles fallan con frecuencia y los errores establecidos en el ADN se perpetúan en la reproducción de falanges con los mismos equívocos y fallas que los caracterizaran en eras pasadas.

Es consenso generalizado que la actividad contribuye a la manutención de nuestro buen estado físico. Como un coche arrinconado, sin movimiento nuestro cuerpo adormece, enferma y se mutila. También la cabeza, sin el riego de nuevas ideas, sufre por la acción del tiempo, la memoria entorpece, el verbo tremola y la paz interior desvanece.

Es función del Estado la solidaridad de ofrecer amparo al idoso. Evitemos que este necesario respaldo se transforme en objeto oportunista de malos negocios o frivolidad para delirio de malos políticos. Dice el correo que Romero y la coordinadora Paula son combinación perfecta para que mi vida tenga mayor aliciente. Que pena no haberlos conocido en el albor de mi mayoredad.

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