domingo, 30 de noviembre de 2008

ALMAS ABANDONADAS

ALMAS ABANDONADAS

Quizá no lo sepa don Anxo Quintana, pero el 10 por ciento de los más de cuatro millones de habitantes en Irlanda son inmigrantes. En los años 50, los irlandeses descendientes de íberos celtas emigraron a América a los cientos de miles. También por aquellos años celtas iberos de Galicia, en función del hambre, falta de trabajo y aislamiento internacional de España, emigramos a la América del Sol, puesto que en la triunfante América del Oro no nos dejaban entrar, por varias razones: una, para joder a Franco y su revolución nacional sindicalista; dos, no hablábamos ingles; tres, desconfiaban de contagios por cuenta de la gripe aviaria.

Si usted observa la saga histórica de Irlanda, verá que a aquellos celtas les conviene estar muy complacientes con sus hermanos norteamericanos y, consecuentemente, viven propensos a desarrollar políticas de aproximación, de adhesión comunal por cualquier razón de afinidad, sea esta por pureza sanguínea, miscigenación racial u ocupación del suelo territorial. Se esforzarán de verdad, aunque sea en un sentido figurado, pero lo hacen tan bien y con tan buena arte que consiguen mantener vivo el espíritu de solidaridad más allá de sus fronteras.

El amigo Nuñez Feijóo, que no es tan tonto como Quintana, está haciendo un recorrido por la América del Sur, específicamente Argentina y Uruguay. Su intención es mendigar votos para el listón que él va encabezar en las próximas elecciones a la Xunta de Galicia. En su aljibera no lleva ayudas ni promesas realizables. Los emigrantes estamos cansados de estos recursos pirotécnicos y ya no les damos mucha importancia, pero somos elegantes en nuestra cultura gallega y sabemos respectar el idealismo de nuestros patricios gallegos cuando vienen a visitarnos. No faltaría más, el encuentro con un viajero que viene de tan lejos es de por sí un evento que despierta curiosidad, si la reunión con este viajante puede traernos noticias de nuestros hermanos, sobrinos, primos y otros descendientes de nuestros abuelos, el evento se transforma en momento de extremo jubilo para ser registrado en las páginas finales del libro que está para encerrar una etapa dolorosa de la vida de España.

Concuerdo con la crítica de Marisol Soneira a Feijóo. Bochornoso y estúpido, propio de inteligencias pequeñas el querer hacer entender a autoridades del país anfitrión que promuevan control del voto de los ciudadanos que, habiendo nacido en Galicia, están al amparo del orden social de los países americanos, justamente aquellos que supieron acogerlos en los peores momentos de la historia española.

No veo en los argumentos de Feijóo y Quintana defensa noble al ejercicio del voto de los gallegos que vivimos fuera de Galicia. Para poner un ejemplo, en Uruguay, que es un pequeño país de América del Sur, sus municipios están esparramados en área seis veces mayor que el área de Galicia. Si la intención de nuestros soberbios políticos no es restar fuerza a los debilitados músculos de nuestros mayores en la diáspora, ¿como harán para construir tantas urnas de cristal?, ¿a quién destinarán la guardia de las pandoras cajas? y ¿cual será el medio de transporte que las conducirán a puerto seguro? Mis votos siempre han sido sufragados con mis recursos financieros que, a bien de la verdad, digo que su costeo de correo registrado nunca ultrapasó cuatro euros, valor pequeño por concepto de solidaridad, si consideramos el valor moral que el rescate de nuestra identidad de origen provoca en almas tan abandonadas en los diferentes puntos de Iberoamérica.

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