lunes, 23 de febrero de 2009

1 DE M

1 de M

De la tranquilidad del Presidente escucho lo que vengo queriendo escuchar durante todo el combate propagandístico de las tres principales fuerza combatientes. Una declaración clara y concisa sobre el no comprometimiento a cualquier precio por una coalición entre su partido y el bloque regional de revolucionarios divisionistas. No a cualquier precio, por supuesto, pero sabemos que habrá un precio.

Quintana va a por la Presidencia. Su ambición desde la pequeñez de su bloque beligerante le hará poner sus cartas sobre la mesa para reivindicar la presidencia a la próxima legislatura.

- ¡Lo tomas o lo dejas!

La oferta irá primero direccionada al partido socialista. La recusa es obvia.

La estrategia política hará pensar que cualquier medio será justo en la conquista de un determinado fin. La oportunidad se presenta poderosa y única en toda la trayectoria política del barbudo de Allariz. Los políticos suelen creer que política es el arte de realizar lo que parece imposible a los que suelen no hacer política. Las circunstancias políticas han probado que Anxo Quintana le gusta decir que es Anxo Quintana y no Espartaco, y que no es Feijóo, y que no es español. Anxo Quintana es un señor español con mucho coraje y es un gallego radicalmente cojonudo.

El sistema electoral gallego, mal consagrado desde las primeras elecciones, al escoger agremiaciones por el criterio de repartición proporcional entre los componentes de listas cerradas a los ojos de los gallegos votantes, no consigue reflejar en un único escrutinio la voluntad mayoritaria de los gallegos. El sistema permite qué el menos votado, qué el menos valorado y el menos deseado candidato cabeza ( o descabezado) de lista sea nombrado Presidente de la Xunta.

Sin ir muy lejos en espacio y tiempo, el ejemplo lo tenemos aquí, en Cee. Tradicionalmente gobernado por el PSOE, en pleno ejercicio de la alcaldía, el PP y el I por Cee se amotinan y promueven el derrumbe del PSOE. A Vigo le interesaba el poder, no la presidencia. A Antonio le interesaba el estatus social de la presidencia, no el poder. Vigo se quedó con el poder en una sala al lado de la sala del presidente y desde allí gobernó a su bel placer con la máxima autoridad y la mínima responsabilidad, como el rey.

Durante todo el primer gobierno formal de Antonio nunca le vi despachar cualquier cosa, ni desde la oficina presidencial ni desde ningún recinto de la casa consistorial. En el segundo gobierno, con mayoría estruendosa, el primer acto fue sentarse en el trono de la sala azul para dictar determinaciones a diestro y siniestro, tirando y poniendo, sacando y gastando, sin pudor por la disciplina presupuestaria o el sabio consejo de la Ley Reguladora de las Bases del Régimen Local.

En las pasadas elecciones al concello de Cee se puso de manifiesto un empate técnico entre el PP y el PSOE. Vigo, minúsculamente minoritario en el deseo del pueblo, fue tácito y decisivo: su alma por la presidencia de Cee.

No precisaba tanto. Aunque sus oponentes pertenecían a agremiaciones gigantes, Antonio y Amancia eran dos estandartes sin voz ni vocación, sin don ni educación en la lid del bien gobernar. El resultado era previsible. Con un pequeño soplo sobre la inestabilidad de políticas emergentes, el fulcro siguió el impulso dado desde la lejana brisa: Vigo ocupa la presidencia, el PSOE detiene el poder, el PP se descompone en la oposición.

La memoria histórica prueba la desmemoria de muchos de sus agentes. Es por eso que la historia se repite con frecuencia. Es por eso que las crisis se renuevan, es por eso que los nacionalismos medievales renacen al sabor de ambiciosos cruzados.

Folgo saber que tenemos un Presidente austero. Ha dejado saber al cruzado de Allariz que Galicia no se juega a la ruleta rusa. ¿Pensará también así el caballero Feijóo?

Para gobernar Galicia es necesario el voto de la mayoría. Las coaliciones son instrumento formal para la suma democrática. La pena está en que el sistema electoral gallego no permite coalición entre los votantes no seleccionados a dedo por un cabecilla.

La sorpresa ronda en los cruces de cualquier esquina. En 1 de M sabremos el tipo de m, mayúsculo o minúsculo, prevalente o dominante.

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