ESPAÑOL GALLEGO
Esta semana el tema campea muy propicio a tirar de la lengua por los cuatro costados de la Galicia gallega. Si la crisis financiera, que los vientos del far west arrojaran sobre nuestras costas este invierno, nos amenaza insolvencia, qué diremos de la crisis autógena provocada por la aridez sibilante de un músculo, arrecio en punta de bayoneta, queriendo dar suporte a la cólera de un indigenismo disonante, insolente y prominente.
A los niños de mi tiempo nos obligaban escribir y hablar el español de los españoles, después el latín de los romanos. El francés de los franceses vendría a seguir. Después del tratado con los americanos, el inglés fue imperante para continuar gavillando grados del estudio elemental. De mis padres aprendí el gallego coloquial. Entre mis amigos fluía el español a la moda típica de Galicia antigua.
El primer empleo fue con dueños suecos, el segundo, con los austriacos e italianos, el tercero fue con los alemanes, todos en un grupo en que convivimos jóvenes de todas las partes del mundo. El último empleo, digno de ser mencionado, fue con los americanos coordinando división de ingeniería internacional. En todos los cargos y profesiones la lengua común fue un derivado fonético del portugués, combinado con recursos propios del habla y un conocimiento normativo de las técnicas indígenas de comunicación escrita, suficiente para alcanzar el entendimiento en todas las unidades de trabajo, y así alcanzamos competencia temida y respectada por los técnicos de la empresa matriz.
No siento en Galicia ningún rechazo al gallego. Los españoles que venían trabajar en Galicia tenían y tienen algún problema para entender el habla gallega en las aldeas, en las “feiras”. Del mismo modo, los españoles gallegos que fuimos trabajar donde no se hablaba el español sentimos idénticas dificultades para comunicarnos y hacernos entender en la nueva lengua.
Casi el cien por cien de todos los gallegos en Galicia fue alfabetizado en español gallego, y esto significa que saben hablar y escribir en español normalizado. No todos los gallegos (aunque entiendan el gallego y lo sepan hablar) consiguen leerlo, y muchos no saben (o no quieren) escribirlo en conformidad con particulares -muchas veces incomprensibles- normas imaginadas al arbitrio de un pequeño grupo de letrados.
Decir que la evolución de una lengua es consecuencia del “rechazo de los padres a transmitir formas antiguas de comunicación” me parece poseer poca solidez en la argumentación para justificar existencia de dos modos diferentes de hablar y escribir dentro de los límites de una pequeña comunidad.
Es imposible hablar simultáneamente dos idiomas con una única lengua. Cuando escuchamos la voz de dos lenguas diferentes, nuestros oídos registran apenas una única lengua. La otra es un ruido. Es imposible escribir al mismo tiempo en dos lenguas, como también es imposible escribir una única palabra diferente ocupando el mismo espacio. Muchas veces, palabras iguales, fonética y morfológicamente conceptuadas, poseen significados diferentes para diferentes personas. Es aquí que entraría el juicio de normalistas y profesores para dar eco a las normas y que a través de ellas sintamos facilidad para entrar en el mundo de la comunicación pacífica entre dos o más formas diferentes de hablar.
Nuestras vidas están limitadas por tres recursos muy tasados: el del tiempo, el del espacio y el de los recursos humanos. Todos dependen del tiempo y del espacio empleado por las personas. Dos lenguas exigen tiempos y espacios diferentes para ser aprendidos y enseñados. La capacidad competitiva de un estudiante (y también la de un profesor) depende del tiempo empleado en el aprendizado (y también en la enseñanza) de los conceptos que le serán útiles en su vida laboral y social. En el mundo antropófago de las comunicaciones competitivas, el estudiante deberá ser perspicaz en la comprensión de los temas puestos a su disposición y debe creer que les serán ventajosos en la construcción de su historia de vida. Naturalmente, el joven se ve inclinado a despreciar lo que su instinto e íntimo fuero considera inútil.
En mis tiempos de juventud rechazábamos el latín por no admitir utilidad ni para entender la misa que con tanto empeño y poca comprensión de su alcance bregaban los curas. Los jóvenes de hoy no deben ser muy diferentes, quien aprende el gallego español ¿porque habrá de aprender el español gallego si para vivir en Galicia una de las dos lenguas es suficiente? Habrá quien diga que el gallego español no lo entienden fuera de Galicia y, por tanto, el español gallego es un conocimiento más universal y se presta mejor a la comunicación entre mundos diversificados y celosos de la identidad colectiva por el buen vivir.
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