miércoles, 25 de febrero de 2009

LUZ DIVINA

LUZ DIVINA

Leo en el Correo Gallego más una encuesta para sondear el pensamiento de los gallegos sedentarios sobre el derecho de los Gallegos en el extranjero poder votar en las elecciones gallegas. Me huele a un precedente para hundir el CERA y la consecuente expatriación de todos los gallegos en el exterior.

Cuando en Buenos Aires, Santiago o Nueva York pregunten a mi hijo quien es su padre, deberá responder sin vergüenza y orgullo:

“Mi padre es un gilipollas nacido en Galicia de padres y abuelos gallegos. Pertenece a una clase espuria de emigrantes descorazonados, que huyeron a tierras extrañas y repartieron con sus hermanos famélicos de la península sus pequeñas conquistas en tiempos de escasez y crisis.

Mi padre es un gallego a quien hoy los gallegos desprecian porque desea continuar gallego y contribuir en el esfuerzo de que, en la abundancia, Galicia sea tierra fértil y acogedora de los hijos que en las miserias tuvieron que partir.

Mi padre es gallego que ha dejado de serlo porque los gallegos, recelosos e envidiosos como Caín, niegan su condición de nacional español y se van tan campantes votar, creyendo que votan en alguna cosa, sin saber por qué ni para qué.

Yo no nací en Galicia y tengo mucha vergüenza de mi padre que insiste en decir que es gallego. Mi padre no es un vulgar mendicante de las limosnas de Europa, pues sabe que en Galicia se las comerán todas. Mi padre es un hombre íntegro y horrado, fiel cumplidor de sus obligaciones de hijo, hermano, padre y abuelo. Mi padre no es como esos gallegos que dicen ser mis primos para invitarnos a pagar una copa del mejor vino y nos retribuyen con la hiel de otra copa de vino avinagrado. Mi padre no puede ser gallego. Mi abuelo no podía ser gallego. Yo no quiero ser gallego.

Los gallegos de la encuesta son vanidosos, arrogantes, tozudos y burros. Si toda esa caterva de ignorantes que componen un basto número de la proporción nazonalista son el prototipo del gallego español, yo no quiero ser gallego. Y digo más, me molesta que piensen que yo soy hijo de gallego y que mi padre me haya enseñado con su ejemplo a amar Galicia.

Infelizmente su enseñanza ha sido poderosa, ha calado profunda en mi sangre, integra los músculos de mi cuerpo y marca la dominancia genética que ahora se repite en mis hijos, los nietos de un gallego emigrante de Cee. De alguna forma divina, componemos en el orden universal una condición de origen que nunca se apaga. Somos gallegos, aunque por breves momentos nos enfademos unos con los otros. Seguiremos gallegos para compartir nuestras querencias y amistad. Nuestros portales en América estarán siempre abiertos, y los gallegos, hermanos, primos o sobrinos que se aventuren a visitarnos, serán siempre bien recibidos e invitados a compartir nuestro pan de cada día que, a bien de la verdad, ha tenido una buena siembra y es bien cocido."

No hay comentarios:

Publicar un comentario