jueves, 5 de febrero de 2009

DEBATES

DEBATES

Me entero que en un régimen democrático hay que fingir querer participar de los principios democráticos. Los más puros dirán que no es suficiente parecer democrático, habrá que serlo. ¿O será al revés? Ough, a cachola de Conde me confunde.

Los debates deberán ser entre todos los luchadores que creen poseer fuerzas para medirse entre ellos. Habiendo abundancia de contendientes, es útil promover una escala de debates reduciendo su número hasta que surjan los dos más categorizados en la disputa del premio.

Aunque en la vida real la motivación sea por conducirse con un ánimo de ganar eternamente, todos los resultados prueban que perder es el rito más frecuente en las relaciones humanas. Siendo el perder el evento de mayor probabilidad, el ansia de ganar es el sentimiento que se impone, aún a sabiendas que el rabo de la victoria poco provecho lleva al público contemplador. El empate como resultado de las relaciones sociales despierte interés por la expectativa que genera de que en breve ocurra un colosal combate del que los últimos combatientes saldrán mal trapillos y desgastados para las función que el triunfo reserva.

La comunidad gallega es una pequeña corporación. La disputan apenas tres conciencias con firme voluntad de imponer su modo de pensar las cosas a tres millones de representados. Cada uno de los tres candidatos lleva atrás de sí un largo séquito de seguidores, aparentemente todos fieles a los dogmas que aceptaron para poder componer la lista de candidatos al congreso autonómico. A pesar de la enorme responsabilidad de conducir todo el aparato legislativo, nadie se interesa por el currículo de los seguidores y en el espectáculo de los embates quedan delegados a meros espectadores.

Ante las circunstancias y condiciones del actual juego democrático es interesante el modelo presentado por Feijoo que adopta las posibles combinaciones de tres elementos independientes, tomados dos a dos: Feijoo x Touriño. Feijoo x Quintana y Touríño x Quintana. Un final debate con los tres cara a cara eliminaría algunos vicios que favorecen el recuerdo de la última imagen.

Finalmente, los tres millones de representados estaríamos habilitados a votar en el 1 de marzo con conocimiento y absoluta dependencia a nuestras conciencias. Eso sí, sin ninguna garantía de que el escogido por la mayoría será el Presidente o que el Presidente, escogido por quienes él escogió, sea el mejor y el más adecuado gallego para gobernar a tres millones de españoles.

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