jueves, 27 de noviembre de 2014

AUSPICIOSO AGUERO

El tema de ayer, elaborado sobre el tajo habido en el dedo índice de la mano izquierda, despertó el sentimiento que siento cuando  veo dos manos de puño cerrado, con  exposición del gordo en irado ademán.  Yo entendía el símbolo representado por el dedo índice y medio, cuando el gordo, meñique y anular se contraen con la palma de la mano virada hacia el frente. Era señal de paz. Así me lo habían hecho entender. Confieso, no obstante, que recién obtenida la libertad, por cumplimiento de la mayor edad que representa haber vivido los primeros 21 años en un pueblo del fin de la tierra, yo desconocía el simbolismo del medio apuntando hacia arriba y los demás firmemente apretados y el dorso de la mano mirando hacia el frente. Pensaba que el orden de los dedos y el giro de la muñeca no alterarían el resultado de lo que yo creía paz. La santa ignorancia me salvó la vida.

Frecuentaba yo el son de cristal en la calle Rego Freitas, próximo a la catedral de un centro comunitario con más de tres millones de locales paisanos en la época. Allí iban famosas orquestas, como la de Silvio Mazzuca. Tocaban  samba. Busque pareja. Al cruzar mi mirada con una bella morena sentí su asentimiento y la saqué a bailar. Entrábamos en sintonía cuando un muchacho, tres o cinco años mayor que yo y tan fuerte o más que yo, pero con una visible borrachera, me pidió que cediese gentilmente mi pareja. Ella negó asustada y se agarró a mí en claro pedido para que no dejara arrebatarla por el borracho zumbón.  Cruzamos algunos empujones y de la nada aparecieron los seguranzas y se lo llevaron.  A una música seguía otra y continuamos bailando y hablando con natural placer. Después de algún tiempo, observé en la barra del bar el mismo joven con una cerveza en la mano. Reía como un tonto. Le miré con curiosidad y él correspondió a mi mirada con un señal simbólico. Era aquel señal del medio enervado que yo entendía como paz. Le dije a mi pareja que el truhan no era tan malo como lo pintara.


Al verlo, ella se asustó y entendió por el gesto que el rapaz quería guerra. La forma de asegurar la botella por el cuello insinuaba algo diferente de lo que el dedo en ristre sugería. La hermosa morena me alejó del local y  fuimos a disfrutar del calor del encuentro a la luz de la luna en una  apacible terraza.
Tenía ella presagio de mal agüero? Porque el singular símbolo del medio en ristre no auspiciaba a mí idéntico sentimiento?

Somos dueños de diez dedos, todos expuestos a la interpretación que quieran otorgarles quien quiera que quiera prever lo que puede ser o no puede ser, y por tal método resuelva resolver la cuestión aventada por Shakespeare en su famoso soliloquio.

Creo que para no ser atacado por los agueros de aciago sentido o para alejar el presagio que sufoca, en ciertas ocasiones se revela asaz conveniente ignorar el idioma de los dedos. Como en el idioma de la lengua cuando el niño la pone fuera, los señales pueden tener el sentido que nos plazca, fugaz o de resentimiento.


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