domingo, 16 de noviembre de 2014

GENIO RAPAZ

En el orden filogenético encontramos un ser precioso y respetado por su capacidad de alto vuelo, cuerpo esbelto, nariz aquilina y disposición permanente al rapaz ataque. No desprecia lo que sus ojos ven y comen de todo, desde el cornudo grillo al simpático mono ancestral del homo sapiens.

Calma, Loro! La descripción no va por ti! Tú perteneces al orden de las regiones templadas y tus garras zigodáctilas tienen la virtud de devolver con los dedos dirigidos hacia atrás lo que clavan los dedos dirigidos hacia delante. Hablo de buitres y halcones.

Os acordáis de los felices años del crack? Yo no. Y jamás fui adepto a los maleficios desgarrados de la producción de gas enervante, hilarante por su capacidad de ahumarse con humo enrarecido por el vicio de fumar gas toxico y potencialmente explosivo. Pobre del Loro! Dislocado del placido mundo amazónico podrá sentir como sus penas  crepitan bajo el tórrido fuego de la ría ferrolana.

Existen límites para todo. Incluso para los pecios engordados con pasta negra, para los articuladores del chapapote, del ” Never more” , de las cajas sometidas al veneno del ” frog” oculto en  la orden de gatunos y ratones. Los limites existen pero, en la ambición y deseo de algunos rapaces, los limites son elásticos y pueden extenderse con  tensión de los resortes.

El tema de hoy trata de cómo contabilizar el consumo de la rapiña. Habrá alguien capaz de determinar tan espeluznante cifra y someterla al cribo del débito y crédito? No me parece tarea asaz difícil. Empecemos por las desgracias que acometen  a más de 5,5 millones de desesperados; continuemos con el maleficio añadido a los que sufren en largas filas medicas. Sumemos la angustia de quien fue, es y será víctima del desahucio desafortunado y provocado. Acrecentemos  los ahorros atesorados en paraísos fiscales, y no olvidemos las reservas de contingencia creadas para situación en que la mano del  pillo es descubierta. El resultado irá, por el método de doble partida, a débito de quien nos impone el deber de ofrecerles crédito. Y una regla sagrada del sistema capitalista es: quien debe,  pagar el débito le es obligado.

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