SILOGISMOS
Y FALACIAS
Perdón,
Conde, no parce de buen agüero (a lo menos no parece a este guerrero de
pena retorcida, musculo caído y débil el ademán) ignorar lo malo conocido y
pensar que lo bueno por conocer pueda ser mejor. Ojo al santo, que él sabe
donde tiene el suyo. Cambiar a ciegas lo supuestamente bueno, por algo que
sabemos no lo es, puede ser tan grávido como grave fue traer los cien mil hijos
de San Luis y, a seguir, en otra trueca alegre de gestación oculta, trajimos de
vuelta a un hijo de la patria, quien, sabemos, anuló lo malo que a él parecía
el protocolo de comportamiento social elaborado en Cádiz. Desde entonces fuimos
cayendo en la obscuridad de un fangoso pozo. Solo paramos cuando los pies
tocaron la solidez del hueso arqueológico.
El
pacto de la Moncloa fue un pato que comimos a la moda de lo que era posible
comer sin la ocurrencia de graves efectos colaterales. Con el vientre
satisfecho después de más de un siglo y medio de abstinencia y viviendo a base
de ostias, el cuerpo gobernó con facilidad. Y así seguimos la vida entre sobresaltos
y cambios tranquilos. Pero la vida es breve, y todo que en su momento era joven
y por autonomía vello se hace viejo, y por antonomasia se considera feo.
Son
articulaciones de la lengua para modificar el flujo del aire, que sale del
cuerpo después de haber sido contaminado con todo que por la boca, nariz y, por
supuesto, ojos y orejas puede entrar. Salen del obradoiro intestinal palabras
nuevas que, por comparación con las viejas, “suenan a sucio y caduco, a trampa
y desesperanza”.
Recordemos
la recoleta aristotélica que hacia transparente el argumento por intermedio de
la conexión entre la premisa mayor, la menor y su natural conclusión, a quien
llamó Silogismo. No olvidemos Newton en
su magistral principio de que a toda acción corresponde reacción de igual
intensidad… El viejo Aristóteles lo sabía y no se descuidó en dejar como legado
suyo los principios que rigen la falacia.
Luchamos
y sufrimos, uno al otro ofende, pero son cosas que hacemos unidos al tiempo,
con lluvia sol o tormenta, eso es lo que hacemos. Agraciados en el mundo, plácidamente
sentados, podemos renegarlo o salvarlo con un nombre. Son más que palabras esas
cosas que hacemos, más que palabras son formas que deslizan. Son más que
palabras. La suma de nuestras partes y el latido del corazón son más que
palabras, más que palabras son. Siguiendo el rumbo, doquiera nos lleve,
estaremos siempre vivos. Mirando las agujas de un viejo reloj, calzados con
zapatos de preferido color, seguimos marcando el paso. Son más que palabras esas
cosas que hacemos, más que palabras son vidas que deslizan.
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