Dicen
los expertos que en tiempos débiles emergen las fortalezas, algo así como ‘a
rio revuelto ganancia de pescadores‘ o que de la miseria el miserable retira su
privada y particulada ostentación. Dicen que dicen? No sería yo el que lo dice
por deseo de aprovechar vientos frios y echar leña al fuego desde la comodidad
del lecho, provocando, por ser provocado, la dispersión de este mi desecho
digital? Qué sabe uno de los deseos y
chiquilladas del señor?
Es
eso en lo que andamos, en chiquilladas digitales para dejar el tiempo correr, que
solo nos quedan dos días con sus respectivas noches. Lo que también es un
decir, como decir fue aquel otro que se cantaba “sacude el polvo de tu corazón,
cualquier tiempo pasado fue peor”. Y nada mejor dicho por las circunstancias
del momento: “al alba del presente desperté con una flor en la cintura, vuelvo
a los diecisiete cada vez que el amor me pasa su factura”. Oh, qué triste puede
ser el presente cuando el pasado fue obscuro.
La
mano del señor está presente en todo. Con la diestra determina relación de crecimiento geométrico; con la
siniestra ordena crecimiento aritmético a los medios que debían ofrecer
sustentación al orden primero. De ese enorme gap, objeto del cálculo marginal,
se aprovechan los pillos del creced y multiplicaros, y establecen las tasas que
le fueren más convenientes en su singular relación.
El
tiempo demuestra que somos adeptos a la
regia rigidez del chorizo. Y por ahí vamos godeándonos unos a los otros
en un vaivén pendular, siempre al gusto del infante degustador de la causa
primaria, que es principio y fin de todo que en la Tierra existe, si
consideramos lo dicho por boca del Génesis.
En
un viaje por el mar de los sargazos somos meros espectadores de lo que ondula
por la superficie. Ignoramos lo que ocurre en la profundidad abismal. Luego
nada más natural que juntar los trapos de un pasado ido con los destrozos de un
futuro por venir y dejar el viento murmurar.
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